Mari Carmen Fernández Cordovés, viguesa de nacimiento y corazón, reside en Cádiz desde hace décadas. Sus hermanos han ido falleciendo. Hace once años que no regresaba a su ciudad. Ha venido gracias a su hijo, el doctor José Luis Álvarez-Ossorio, que tiene compromisos profesionales. El desplazamiento requiere esfuerzo. Mari Carmen ha cumplido los 82 y usa andador. Merece la pena. José Luis saca los billetes de avión y desde Madrid le elige a su madre un asiento de ventana. Cuando el avión gira en el aire, para enfilar la pista de aterrizaje de Peinador, Mari Carmen se asoma a San Simón, Rande, su ría y sus Cíes al fondo. Y se echa a llorar. "Le hace muchísima ilusión", explica José Luis. "Está encantada. Ella pensaba que ya no volvía a Vigo". Ha vuelto y durante el fin de semana podrá recorrer todos los escenarios de su niñez y juventud. Un itinerario nostálgico que culmina esta noche, en Balaídos. Porque Mari Carmen, como su hijo, es celtista impenitente.

Un aperitivo en el Universal en 1953 determina el destino de Mari Carmen y la existencia de José Luis. Es allí donde Mari Carmen ha quedado con un primo de la marina mercante. Lo acompaña José, compañero de enrole, entonces oficial. Se toman unas gaseosas y se enamoran. Al encuentro le siguen citas, noviazgo, boda y cinco hijos, a los que criarán en Vigo. José Luis ha cursado primero de Medicina en Santiago cuando su padre, ya capitán y que en sus viajes recala más en Algeciras o Cádiz que en Vigo, decide que toda la familia se mude a la capital gaditana. Mari Carmen y José Luis, además de los enseres, empacan su celtismo.

"Mi madre es más futbolera que yo", advierte el vástago y su progenitora confirma: "Desde que nací". Un tío de Mari Carmen, Fernando, había jugado en el Celta y ella se acostumbró bien pronto a asistir a Balaídos; habitual de Río, donde no dejaba a los espectadores de alrededor que le estorbasen la visión abriendo los paraguas. También recuerda aquellas tardes en el Patouro, escuchando los partidos en la radio que habían colgado de un pino. "Personalmente conocía a Muñoz, Sobrado, Alonso...", enumera.

Era ya el suyo un celtismo a la intemperie, que ha conservado intacto. Por televisión, en su domicilio gaditano, rara vez se ha perdido alguna retransmisión.

Su hijo José Luis concluye Medicina y la especialidad de Urología. Pasará doce años en el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla. Eminencia en su campo, hace doce gana la plaza como jefe de servicio en el Hospital Universitario Puerta del Mar, donde además ejerce de profesor asociado. Vuelve a instalarse en Cádiz. Y aunque el acento andaluz se le ha ido imponiendo, proclama: "Soy muy gallego y muy del Celta".

A Galicia siempre se ha desplazado con frecuencia; por cuestiones profesionales, como su pertenencia a la Sociedad Gallega de Urología, y por las futbolísticas. En la época europea de Horacio Gómez estuvo ante Juventus, Milan, Ajax... Su madre, mientras el cuerpo se lo permitió, lo acompañaba.

José, el padre, falleció hace cuatro años. A Mari Carmen se le han ido agostando las energías y los familiares vigueses. Durante los últimos años no ha acompañado a José Luis en sus viajes a Galicia. En algún momento creyó que nunca volvería a contemplar estos paisajes. Pero su hijo debe asistir como miembro del tribunal a la lectura de la tesis de la doctora Elena López Díez, que trabaja en el Hospital Álvaro Cunqueiro. Y se le ocurre que es una buena oportunidad para que su madre regrese a los escenarios de tantos recuerdos felices; entre ellos, Balaídos. Han prolongado un día la agenda prevista para poder asistir al Celta-Getafe. Se citan con amigos. Recorren la ciudad. Y se hospedan, claro, en el Universal, donde aquellas gaseosas lo cambiaron todo.