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Placente desaparece de escena

El exjugador argentino ha vendido sus acciones del Celta a una empresa mexicana

Diego Placente, en su etapa céltica. // FDV

Diego Placente ha dejado de ser el segundo máximo accionista del Celta. El jugador argentino ha vendido los títulos, alrededor de 33.300 y el 8,83% del total, a una empresa mexicana en principio no vinculada a Carlos Mouriño. Concluye así una relación compleja entre Placente y el Celta: un club en el que solo jugó durante dos temporadas pero al que ha estado unido de alguna manera durante más de una década.

Diego Placente (Buenos Aires, 1977) fue un fichaje lujoso en el regreso a Primera División de 2005. Formado en Argentinos Júniors, militó en el River Plate triunfante de Ramón Martínez (Aimar, Saviola, Juan Pablo Ángel, Berizzo, Ortega...) y de 2001 a 2005 en aquel Bayer Leverkusen liderado por Ballack que en 2002 quedó subcampeón de todo, incluyendo la Liga de Campeones.

La trayectoria de Placente en el Celta de Fernando Vázquez corrió pareja a la del colectivo: una primera campaña brillante, con la clasificación para la UEFA, y una segunda en la que Mouriño accedió a la presidencia y a la postre desastrosa, con el descenso.

A Placente lo despidió el Celta alegando que existían dudas sobre su pasaporte italiano, el que le proporcionaba la plaza comunitaria. El jugador presentó toda la documentación en regla en el juicio y el despido fue declarado improcedente. A Placente se le reconocieron todos los derechos económicos de la temporada de contrato que aún tenía en vigor.

Teniendo una ficha alta, no sorprendió que Placente apareciese como uno de los principales acreedores del club, por detrás de entidades financieras y administraciones públicas, en el catálogo de deudas que se elaboró cuando el Celta entró en proceso concursal. A Placente, a través de la empresa Play Internacional BV, se le debían 2,38 millones de euros. Otros futbolistas en el listado eran Jorge Larena (516.000), Antonio Núñez (476.488), Vitolo (398.750), Rubén (331.300), Baiano (225.000 euros), Sales (200.300), Mario Suárez (197.600), Agus (158.800), Manchev (150.526), Ángel López (143.775), Diego Costa (117.888), Zanev (62.631), Jonathan Aspas (20.000) y varios jugadores del filial. Figuraban también proveedores, entrenadores, agencias de representación y casos peculiares como el de Quique de Lucas, a quien el Alavés había entregado un pagaré de 218.750 euros que el Celta había utilizado para fichar a Nené -la seriedad mostrada por los célticos en su caso animaría al catalán a firmar por el equipo en 2010-. Placente intentó que 385.000 euros se reconociesen como deuda postconcursal, para blindar ese dinero, pero no lo consiguió.

El apoyo de los acreedores mayoritarios, todavía Caixanova y la Agencia Tributaria, garantizó la aprobación del convenio. Los demás acreedores tuvieron que someterse a las diversas opciones de quita (entre el 85% y el 50%, en función de los plazos) o negociaron acuerdos. Placente y otros jugadores como Baiano y Sales convirtieron la deuda en acciones.

Fue una maniobra atrevida, que parecía abrir un abanico de posibilidades, pero a la postre infructuosa en su concreción. Mouriño les negó el nombramiento de un consejero, mediante el que pretendían fiscalizar las actuaciones de la directiva. La operación acordeón (una ampliación de capital seguida de una reducción) depreció el valor nominal de cada acción de 60 euros a 10, rebajando a la sexta parte el capital cuya integridad habían querido proteger. Contra estas actuaciones del consejo se interpusieron demandas que no prosperaron. Mouriño había pasado de poseer el 39,8% de las acciones del club que le compró a Horacio Gómez al 26,72%. La entonces Nova Galicia manejaba el 24,62%. La alianza entre el presidente y la entidad impidió siempre que el grupo de jugadores pudiese influir en el gobierno del Celta. Mouriño acabaría adquiriendo las acciones de la finalmente denominada Abanca.

Las acciones de los jugadores quedaron congeladas. El tiempo resquebrajó la cohesión del grupo. Fernando Sales vendió gran parte de las suyas a aficionados célticos, a 30 euros el título. Y Fernando Baiano llegó a un acuerdo con el vicepresidente Ricardo Barros a finales de 2016, cuando parecía inminente la venta del Celta a un conglomerado empresarial chino. Se habló también de una oferta a Placente, de 12 euros por título, que fue rechazada. En la última junta general, el argentino seguía figurando a través de Play Internacional BV como segundo máximo accionista, con un paquete del 8,83%, solo por detrás del Grupo Corporativo GES de Carlos Mouriño (52,28% más algunas adquisiciones pequeñas no contabilizadas cuando se cerró el ejercicio) y por delante del Grupo Miñor Galicia de Ricardo Barros (que había pasado del 2,38% al 5,45%).

Ahora, once años después de su despido, Placente rompe cualquier relación con el Celta: ni jugador ni acreedor ni propietario. Sucedió en el primer trimestre de este año. No se conocen las cifras del acuerdo. "Jamás compraré las acciones de Placente, ni yo ni nadie cercano a mí", declaró en una ocasión Mouriño, que siempre ha mantenido una tensa relación con ese grupo de exjugadores y sus asesores legales. Las fuentes consultadas aseguran que el presidente no tiene relación directa con la operación. Del comprador se sabe que es una empresa mexicana del ramo de la energía.

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