Una selección no es solo la suma de los mejores futbolistas de un país. Los seleccionadores se esfuerzan por crear dinámicas colectivas pese a carecer de las rutinas diarias de los entrenadores de club. Sus convocados, sin tanto contacto o conocimiento personal previo entre muchos de ellos, deberán convivir de forma permanente durante más de un mes de concentración y competición, hasta la asfixia y con el caudal concentrado de emociones que un Mundial supone.

En tales circunstancias, la química es un factor de consideración a la hora de elaborar la convocatoria. Por eso parece difícil que Lopetegui vaya a sorprender con algún nombre de última hora. Y es uno de los argumentos a los que se puede aferrar Morata, que fue asiduo durante la fase de clasificación y que además formó parte de la generación sub 21 que Lopetegui ha mantenbido o ido incorporando a su proyecto en la absoluta (Nacho, Isco, Rodrigo, De Gea, Koke, Carvajal).

Iago nunca contó en las categorías inferiores de la selección. Ha alcanzado la internacionalidad en la treintena. Pertenece a otra generación. Comprende la situación y se mueve con su astucia natural. Ya no es aquel chiquillo que le afeaba a Emery sus suplencias. Se prodiga en gestos amistosos con pesos pesados como Ramos y alimenta en el campo a otros como Isco. Y nunca abandona el perfil más humilde en sus declaraciones: "Aquí me adapto a lo que me digan".