El Celta se despide de la Copa del Rey tras encajar una goleada en el Camp Nou (5-0) que Messi se encargó de materializar en los primeros treinta minutos ante un rival que jugó desganado, sin corazón, y que no solo dice adiós a su torneo favorito sino que se presenta muy tocado anímicamente a la importante cita de Liga del domingo ante el Levante. Una derrota en la jornada que cierra la primera vuelta del campeonato regular volvería a poner en apuros en la clasificación al grupo que dirige Juan Carlos Unzué.

La conexión Messi-Alba acabó en media hora con las ilusiones del Celta en la Copa del Rey, un torneo en el que el equipo vigués había saboreado las semifinales en las dos ediciones anteriores. El empate a un gol en el partido de ida y el 2-2 que los célticos obtuvieron en LaLiga hace menos de mes y medio en el Camp Nou invitaban a soñar en eliminar al campeón del torneo del KO de los tres últimos años.

Pero esos marcadores también podían llevar a equívocos si se olvidaba el esfuerzo realizado o las circunstancias que se dieron para alcanzarlos. Es verdad que el Celta se había ganado a pulso el derecho a acudir a la cita de ayer en la Ciudad Condal con todas las ilusiones del mundo, alimentadas además por el partido realizado el domingo pasado ante el Real Madrid. El fútbol, sin embargo, penaliza la falta de tensión y concentración. Con Lionel Messi como adversario, la apatía con la que algunos jugadores del Celta afrontaron el partido se paga muy cara.

El Celta se presentó en el Camp Nou con el mismo once del partido de ida, salvo el cambio de Emre Mor por Maxi Gómez que incluso confundió al club al difundirlo por las redes sociales. Con el turco al lado de Aspas como referencias en ataque, Unzué pretendía que su equipo aprovechase las contras o los balones a la espalda de los laterales azulgranas para sorprender a un rival que se adueñó del balón desde el primer minuto.

Esta vez, Valverde había recurrido a sus mejores jugadores para no verse sorprendido en un torneo que quiere añadir a su historial. Seis titulares recuperó el Txingurri con respecto al once que presentó hace una semana en Balaídos, donde la eliminatoria quedó abierta. Y el cambio en la alineación se notó desde el inicio, con Messi adueñándose del balón y buscando constantemente a Jordi Alba y a Luis Suárez.

El Celta, parsimonioso como nunca, dejó muchos espacios al astro argentino, que apareció en el punto de penalti para rematar un pase medido de Alba. Dos minutos después se repetía la misma jugada. Nadie domina mejor que Messi el espacio-tiempo en el deporte rey, algo que ayer no tuvieron en cuenta los pupilos de Unzué.

Antes del primer cuarto de hora, el Barça dejaba resuelta una eliminatoria que se presumía más igualada después de lo que había mostrado el equipo vigués en sus compromisos con los grandes de LaLiga. Pero el fútbol de alto nivel no admite actuaciones pusilánimes como la que ayer ofrecieron los de Unzué en el Camp Nou, que volvió a disfrutar de otra exhibición de un Messi que sigue empeñado en dejar en evidencia a quienes le concedieron hace pocas semanas a Cristiano Ronaldo todos los trofeos como mejor jugador del año 2017.

El mejor futbolista de la historia lo es incluso cuando juega andando. Así fue como Messi se inventó un pase de treinta metros para que Alba entrase como una bala por el costado derecho de la defensa del Celta para anotar el tercer tanto en el minuto 27.

A la media hora de partido caía el cuarto en las redes de Sergio Álvarez, al que solo se le puede cuestionar su actuación en el primero. Luis Suárez, al que el árbitro le había impedido marcar antes al señalarle un fuera de juego inexistente, aprovechó un pase atrás de Pione Sisto para ampliar una goleada que se aventuraba de escándalo.

El Celta, que no había perdido por más de un gol de diferencia en lo que va de temporada, recibía su mayor castigo en la noche que decidía su futuro en el torneo oficial que más cerca estuvo de conquistar. Tal era su desazón en la noche de ayer, que ni siquiera intentaba parar el juego rival con faltas. La afición azulgrana observaba asombrada la transformación del único rival que había sumado un punto en el Camp Nou esta temporada.

Menos mal que con la eliminatoria resuelta, el Barcelona redujo considerablemente el ritmo, mientras sus estrellas se dedicaron a buscar las jugadas más preciosistas y el gol imposible ante un Celta que reclamaba la llegada del descanso más que un boxeador noqueado.

Unzué, entonces, pensó más en el importante partido que le espera el domingo a su equipo ante el Levante que en buscar la reacción de un equipo desnortado. Dio descanso a Iago Aspas y a Daniel Wass, los dos que más brillaron ante el Real Madrid. Entraron Maxi Gómez y Radoja. En una de las escasas aproximaciones al área de Cillesen, el uruguayo reclamó un penalti. Semedo llegó a tiempo para robarle el balón antes de caer al suelo al querer disparar.

Con la eliminatoria resuelta, Valverde también movió su banquillo para proteger a Messi y a Iniesta, que dejaron paso a Dembélé y a Arnáiz, autor del gol en la ida en Balaídos. El atacante francés, por su parte, tenía una nueva oportunidad de mostrarse ante su afición tras reaparecer la semana pasada ante el Celta, una vez superada la lesión que le mantuvo casi cuatro meses de baja.

Las carreras de Dembélé y la pelea de Luis Suárez por incrementar su cuenta goleadora pusieron en apuros a un Celta que cerró su pésimo partido en el Camp Nou con otro fallo de concentración. Dembélé sacó desde el córner para que Rakitic cabecease sin oposición de ningún defensa céltico desde el punto de penalti y anotar el quinto tanto.

Con una goleada en contra se marchó el Celta del Camp Nou después de ofrecer una pobre imagen durante un partido en el que apenas cometió faltas (cuatro en total). Los de Unzué se despiden así de la Copa del Rey después de acariciar la final en los dos años anteriores y con la necesidad de mejorar sus resultados en LaLiga.