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La victoria de un Celta al revés

Fiabilidad defensiva y eficacia ofensiva a balón parado, renuncia al balón y juego directo caracterizaron la goleada más extraña

Sergi Gómez señala al banquillo en la celebración del segundo gol, que el árbitro concede a Pione Sisto en la duda de si el catalán tocó o no el balón. // LOF

Partido contradictorio, inesperado en su desarrollo, tan absurdo como lógico. El Celta se disfrazó de Eibar en Ipurúa, desubicados ambos equipos como vérdugo y víctima. Es un partido que alivia en la clasificación y proporciona tranquilidad al proceso de construcción. Pero que debe entenderse como un caso aparte, una especie de nota a pie de página que Juan Carlos Unzué aparta del relato porque aporta información necesaria pero resulta incoherente con su trama argumental. El equipo afronta ahora la oportunidad de realizar un partido consistente ante el Girona, en resultado y juego, para alcanzar el parón liguera con sus incertidumbres iniciales resueltas.

el rediseño de unzué

Ipurúa se le atraganta al Celta moderno. Un campo a contrapelo de su estilo combinativo. En Eibar insisten los parroquianos que la cancha es de dimensiones convencionales. Importan la geometría y la sensación. La proximidad de gradas y banquillos colabora en el ahogo psicológico. Unzué, en vez de querer imponer su estilo, se plegó al ecosistema. Dibujó una alineación más metálica, fornida y aérea. Renunció a la elaboración, contraviniendo sus propias declaraciones. Incentivó el juego directo. El resultado premia su apuesta. Parece elogiar la ductilidad táctica. Lo cierto es que el Eibar fue superior al Celta durante toda la primera mitad. Los celestes no se sintieron cómodos renunciando a la posesión. Mostraron menos intensidad e inteligencia posicional que sus anfitriones; eso que se tasa en la sensación de que el adversario está jugando con más hombres que tú.

la pizarra

Los celestes hicieron sangre en el balón parado a favor y se mostraron invulnerables con el balón parado en contra. Lo insólito, al menos durante la última década. A Unzué se le supone un gran conocimiento en el trabajo de pizarra. Y es cierto que en los goles el rematador entra siempre desde posición legal, por detrás de una especie de pantalla generada por otros compañeros en fuera de juego, rompiendo así la defensa adelantada del Eibar. Si esta repetición nace del ensayo previo, el mérito le corresponde al entrenador.

el gol como causa

Al gol se le supone la consecuencia del juego. En pura teoría, los entrenadores elaboran un complejo sistema de asociaciones y sinergias destinado a tal fin. En ocasiones, sin embargo, el gol precede al juego. Es la causa. Así sucedió ayer. El Celta se topó con el 0-3 antes de empezar a merecer cualquier botín. Sí puede decirse que supo gestionar lo que las jugadas a balón parado le habían concedido. Tras el descanso mantuvo la solidez defensiva, pero fueron poco a poco inclinándose por un mayor control del balón y del ritmo. El resultado era un gran cimiento sobre el que edificar la tranquilidad de este periodo. Pero no siempre sucede, como la pasada temporada en Las Palmas.

La lección del tucu

El Celta se sostuvo sobre el Tucu y cabalgó sobre Mallo. La autoridad del chileno nos recuerda, a todos los que dudamos de su capacidad para adaptarse a Europa, que el fútbol requiere sus plazos. Los silbidos de Balaídos ante el Getafe, aunque sea de una minoría, retratan la impaciencia del celtismo. Nadie garantiza que Unzué vaya a tener éxito. Pero tampoco nada justifica tal grado de nerviosismo a estas alturas del campeonato. La nostalgia de Berizzo puede resultar peligrosa. Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, cantaba Sabina. El Celta de Berizzo ya habita en nuestra memoria. Y lo hace como debe, brillante, glorioso, despojado incluso de sus defectos y malos días. Ningún Celta real pueda compararse con ese que soñamos. Porque también a Berizzo se le silbó y se exigió su despido. El Tucu nos susurra como aquel esclavo que seguía a los césares o generales en sus triunfos, recitándoles el "memento mori": recuerda que somos el Celta.

nombres propios

Quizás sea en Pione Sisto donde mejor se resume el partido. Una actuación bastante mediocre del danés, cuyo resumen estadístico incluye paradójicamente dos asistencias y un gol. Unzué no quiso esta vez introducir ese elemento agitador que es Emre Mor. Manejó el banquillo con soltura, aportando más pausa con Jozabed y Fontás. Porque la plantilla, aunque corta y delgada en los laterales, está bien diseñada en cuanto a riqueza de matices. E incluso con pocos efectivos ya se apuntan un par de casos a estudiar: Hjulsager, el más infrautilizado, y sobre todo Roncaglia, que por carácter puede alterar la química del vestuario con su descontento. El argentino es el defensa más imprescindible gracias a su polivalencia. Pero a la vez no es la primera opción de Unzué en ninguna demarcación. Ayer hubiera podido elegirlo porque supera a Fontás en la intensidad, la marca y el salto. Pronto empezará a calibrarse qué tal maneja Unzué los egos e intereses de sus discípulos.

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