El Celta escribió ayer en Eibar otra página sobre la historia de un deporte que es imprevisible, en el que caben todas las opiniones, teorías y escrutinios, gurús, predicadores y analistas. Nadie se esperaba que el equipo de Juan Carlos Unzué, que tantas dudas había generado en las cinco primeras jornadas de Liga, pudiese golear en Ipurúa: un reto solo al alcance del Real Madrid y el Barcelona. Tampoco se podía imaginar el conjunto de Unzué que ese abultado resultado llegaría a través de tres jugadas de estrategia, uno de los déficit eternos de los célticos, y que entre los cuatro goleadores no estarían ni Maxi Gómez ni Iago Aspas, sus principales referencias en ataque en estos momentos. El protagonismo se lo llevaron esta vez Pione Sisto, con tres asistencias Cabral, Sergi Gómez, Tucu Hernández y Wass. Ellos le dieron un triunfo balsámico a su equipo para preparar con tranquilidad la visita del Girona a Balaídos (próximo viernes, 21 horas) y despejar algunas de las dudas que inquietan al celtismo.

Llegaba el equipo vigués a Ipurúa con las ideas confusas y desconfiado por su mal arranque de Liga. Vamos, que parecía el celeste un apetitoso bocado para cualquier rival organizado y con unas pocas dosis de fortuna. Pero el fútbol es fútbol, como decía Boskov, y la lógica saltó por los aires en veinte minutos, los que tardó Pione en ejecutar dos lanzamientos de falta idénticos: el primero lo convirtió en gol Cabral con un remate de cabeza y el segundo se iba directamente hasta la red de la portería de Dmitrovic pero el balón rozó en la punta de la bota de Sergi Gómez, aunque el árbitro le dio el tanto al internacional danés.

El trabajo de estrategia que Unzué tanto mima en los entrenamientos daba unos réditos extraordinarios a un Celta que sorprendió al Eibar por imitar su juego directo, de balón largo y sin concesiones. Y con las mismas armas que el rival, los celestes tuvieron la fortuna de que los remates de Charles y de Oliveira se estrellasen en los palos de la portería de Rubén Blanco -una de las cuatro novedades en el once celeste- y que Tucu Hernández volviese a encontrar en el segundo palo un centro de Pione Sisto para sentenciar el encuentro en el minuto 37.

Mendilibar no daba crédito a la goleada que estaba encajando su equipo, a pesar de que eran los azulgranas los que ponían el juego, las mejores acciones de ataque y la posesión del balón (62 por ciento en la primera mitad).

Pero el fútbol puede ser tan simple, sencillo e inescrutable como ayer demostró el Celta en Ipurúa.

Quien hubiera visto los cinco anteriores partidos del equipo de Unzué, no lo reconocería por el juego que ayer realizó en los primeros cuarenta y cinco minutos ante un Eibar que se vio arrollado por la fortaleza física y el talento de Tucu Hernández y por un pie de diamante de Pione Sisto.

En esos dos detalles basó el conjunto vigués su grandeza en la tarde de ayer, además de la fortuna de Rubén Blanco. El guardameta de Mos regresaba al equipo tras casi siete meses de ausencia por problemas físicos y porque Sergio Álvarez le había ganado el pulso por la titularidad. Al Gato de Catoira le había penalizado en las anteriores jornadas el juego de pie que le exigía Unzué. El técnico ayer cambió de portero y de táctica. Todos los balones salían en largo desde el área celeste. Renunciaba el equipo vigués al juego de toque para retar al rival con las mismas armas. Así, el balón pasaba de largo en el centro del campo, donde Lobotka ejercía como pivote, con Tucu Hernández y Wass completando la línea medular.

Los dos equipos salieron al campo con las botas puestas del revés. No daban una a derechas. Por momentos, el balón iba en globo. Y a ese juego, el Eibar es especialista y pronto se hizo con el dominio y buscó portería a través de centros laterales, de Bebé. Cabral y Sergi Gómez se mostraban fiables en el achique.

Pero el fútbol rompió los pronósticos. Sisto sacó una falta desde medio campo eibarrés, escorado a la izquierda. Los azulgranas defendieron desde el vértice del área grande, con algunos célticos en fuera de juego. De atrás apareció Cabral para rematar de cabeza. El segundo fue una repetición del primero, aunque esta vez fue Sergi Gómez el que rozó con la bota para que no pudiese alcanzarlo Dmitrovic.

Charles pudo marcar entre ambos goles, pero su remate se estrelló en el palo de la portería del Celta. El Eibar volvió a mandar la pelota al palo tras un remate de Oliveira. La fortuna que le era esquiva al equipo vasco le sonreía a un Celta que en su tercera llegada a portería también marcó. Sisto se puso ayer una bota de oro. Tras un saque de esquina en corto centró al segundo palo para que Tucu Hernández rematase con la izquierda y dejase sentenciado el partido a falta de siete minutos para llegar al descanso.

El mismo resultado (0-3) que hace un año en Las Palmas. Pero esta vez, el rival no respondió en la segunda parte y el Celta no solo sumó los tres puntos. Cerró la goleada con un tanto, ahora sí, más acorde al estilo de Unzué: recuperación de balón, combinaciones al primer toque, pase de Tucu Hernández a Mallo, extraordinario control del lateral, asistencia a Wass y disparo del danés (minuto 72). Con el marcador a favor, el Celta sacó a relucir su juego de salón ante un rival destrozado anímicamente. Incluso hubo tiempo para que se estrenase Guidetti en la Liga y dejase detalles de que va a ser muy importante para que el Celta encuentre la mejor senda tras la primera victoria a domicilio del curso y después de esperar cinco meses por ella.