Un Celta irreconocible, dócil en defensa y manso en ataque, cedió anoche en Cornellà-El Prat una merecida derrota en un partido pobrísimo. Frenazo en toda regla del conjunto de Unzué que sufrió un incomprensible ataque de raquitismo frente a otro necesitado adversario y ofreció en Barcelona la peor imagen que se recuerda en mucho tiempo. En nada se asemeja este Celta al agresivo conjunto que deslumbró el pasado curso en Europa con Berizzpo y muy poco al que en las anteriores jornadas reclamó la pelota frente a la Real Sociedad y el Betis o al que doblegó, con mucho esfuerzo, el pasado domingo al Alavés en Balaídos.

El de ayer fue un Celta deslavazado, arrítmico, sumamente blando e impreciso. Salió al campo desfondado ante un adversario más enchufado y antes de darse cuenta estaba persiguiendo sombras. Solo cuando el Espanyol aflojó un poco el ritmo avanzado el segundo tiempo y Pione Sisto recortó distancias con un afortunado disparo desviado por Fontás puso el Celta algo de empeño en buscar el partido. La entrada de Emre Mor, que suplió al danés en los minutos finales, puso algo de picante pero enseguida el Espanyol cerró espacios y se hizo de nuevo con el gobierno del partido.

La decisión de Unzué de repetir alineación no dio el fruto apetecido. El Celta arrancó adormilado, sin chispa, y el gol no tardó en rondar el portal de Sergio. Antes del primer gol, en el minuto 10 de partido, Gerard Moreno dilapidó un mano a mano frente a Sergio y Jonny evitó, con un despeje providencial, que Baptistao rematase a placer un servicio de Aarón al cogollo del área. No falló en la segunda tentativa Gerard Moreno, que recogió en fuera juego un pase de Baptistao en el interior del área célica y descerrajó un tiro cruzado que se coló arrimado al poste sin opción para el guardameta céltico.

Lejos de reaccionar con el gol, el equipo que antaño jugaba como si no existiese el mañana se sumió en una sombría depresión futbolística. La férrea presión del Espanyol, que hizo de la la necesidad virtud y buscó con ambición el quite, convirtió en pesadilla la pretensión del Celta de salir con la pelota jugada desde atrás. Incrustado entre los centrales, Lobotka fracasó en la dirección del juego. No hubo continuidad ni precisión, hasta el punto de que fue casi un hito superar la divisioria del medio campo. Maxi fue una isla; Jozabed anduvo disperso y Wass no encontró socios con que combinar. Tampoco Fontás y mucho menos Cabral colaboraron con la pelota y Mallo y Jonny tuvieron que multiplicar esfuerzos para tratar de dar salida al juego. Ni siquiera Aspas brilló un poco. Al moañés comienza a pesarle la sequía y, anoche con Lopetegui en el palco, le pudo la ansiedad. Aun así tuvo Aspas un par de ocasiones aisladas, primero cabeceando fuera tras un certero servicio al cogollo del área de Sisto y más tarde, ya con el segundo gol a cuestas, cruzando en exceso un exquisito pase de Jozabed.

Algunos minutos antes, el Espanyol había dejado al descubierto las vergüenzas del Celta anotando el segundo gol tras un error imperdonable. Cabral se durmió en la salida de pelota y Piatti se la robó para desarmar al Celta. El argentino ganó hacia el área, combinó con Jurado y cruzó la pelota lo suficiente para superar la estirada de Sergio. Con el segundo en el saco, el Espanyol se limitó a contener daños. No tuvo el cuadro perico más ocasiones hasta el segundo tiempo, pero anuló por completo cualquier tentativa celeste de aproximarse a su área.

El guión del choque no se movió tras el intervalo. Unzué cambió a Jozabed por Pablo Hernández pero la entrada en el campo del chileno no mejoró demasiado el deslavazado juego celeste. Sergio evitó el tercero enviando a la esquina un peligroso remate de Baptistao.

El Celta replicó a balón parado en un centro de falta de Wass que Aspas cabeceó fuera en buena posición. Fue el preludio del afortunado gol de Sisto. En otra jugada aislada, el danés descerrajó un disparo desde la frontal que rozó en Fontás y despistó al portero.

Sin merecerlo, el equipo de Unzué se metía en el partido y durante algunos minutos hasta dio la impresión de que sería capaz de recomponerse. Le ayudo la entrada en el campo de Emre Mor, un futbolista distinto, deslumbrante, que dio calidad y algo de sentido al ataque celeste. Pero no bastó su talento. El Espanyol apretó los dientes, fijó las marcas y no tardó en volver a neutralizar al Celta, que solo pudo hacer daño (y no lo hizo) en alguna acción desde la esquina.La entrada de Hjulsager por Mallo en los minutos finales tampoco afiló al cuadro celeste, que acabó rendido a la evidencia en un plácido final de partido para los de Quique Sánchez Flores.

Los números no engañan. Tres derrotas en cuatro partidos ponen en evidencia lo mucho que este Celta tiene que mejorar. Y la necesidad ya aprieta.