Desde hace meses el Real Madrid y el Barcelona, que han convertido su enemistad en una marca muy rentable, han trasladado su tradicional rivalidad deportiva al ambiguo terreno de los valores con la absurda intención de imponer una supuesta superioridad moral sobre el otro. Ya no les vale con ganar en el campo sino que también sienten la necesidad de hacerlo a ojos de los profesores de ética. Discuten sobre el asunto, con Piqué y Ramos como portavoces más cualificados, como si nadie más existiese en el planeta, como si su código moral fuese muy diferente al del resto de los equipos que cada domingo salen a defender un escudo o una camiseta. Al del Málaga por ejemplo. O al del Reus, el Valladolid, el Lorca, el Escalerillas, el Atlético Tetuán o el Campo Lameiro. Todos ellos, dentro de sus posibilidades, con más o menos eco a su alrededor, abanderan las mismas causas.

Curiosamente a muchos de los que alimentan esta guerra por la pureza del espíritu les pareció un insulto que el Celta saliese el miércoles con la intención de ganar un partido, de darse una pequeña alegría aunque fuese a costa de estropear la de su rival. En eso consiste el deporte y así llevamos más de un siglo. El miércoles los de Berizzo fueron ejemplo de muchas cosas Con el dolor dibujado aún en sus caras por lo sucedido en Old Trafford, donde tantos sueños se apagaron, el Celta peleó con decencia y orgullo ante un equipo gigantesco y al que todo salió de cara en Balaídos. Respondió con coraje a cada mazazo para levantarse de nuevo e incluso cuando el árbitro le había ultrajado con la incomprensible expulsión de Iago Aspas siguió en pie, mirando a su rival a la cara, incapaz de agitar la bandera blanca. Esperando bien erguido que es como se recibe a esa canalla que es la derrota. Cuando en Fort Apache, el coronel Owen Thursday (Henry Fonda) aparta del combate final con los apaches de Cochise al joven sargento O'Rourke porque estaba prometido a su hija y quería evitarle el enviudamiento, el muy cretino abandona tras una leve protesta a su futuro suegro y a su padre, condenados a morir en aquel desfiladero. La última vez que vi la película pensé en el fútbol y me dije "este pájaro no podría jugar nunca en el Celta de Berizzo".

Todo eso que tuvo de grande el Celta fue ninguneado en gran medida por su rival y sobre todo por sus portavoces autorizados -ridículos en enero, indecentes ahora- que se preocuparon por vender la imagen de un equipo que jugaba con una carga extra de "motivación". A sus ojos todo era sospechoso y respondía a oscuros intereses. Ellos, tan preocupados por los valores en otro momento, no entendieron que el Celta quisiese simplemente honrarse a sí mismo y honrar a su profesión. Justo lo que le pide su gente cada domingo. Gane, pierda o empate. A la llamada de lo más rancio del periodismo, de los teleñecos, acudieron aficionados en masa que convirtieron a este equipo en una pandilla de mercenarios que solo corrían azuzados por el tintineo de los euros. Ayer, con el Celta ya derrotado, siguió el escarnio, el insulto, llovieron nuevas acusaciones, las mofas a la temporada del Celta, a sus derrotas en Copa y Europa League, y desde el propio Real Madrid se deslizó la "extrañeza" que sintió el vestuario blanco ante el despligue vigués. Igual esperaban que los de Berizzo saliesen al campo a grabar un Mannequin Challenge y a pedir unas camisetas. A este grado de degeneración ha llegado el fútbol y lo que le rodea.

Denis Law, uno de los integrantes de la Santísima Trinidad del Manchester United acabó su carrera en el City antes de retirarse con 34 años. En el último partido de la temporada había derbi, con tal mala suerte que el United se jugaba la permanencia tras un año nefasto. Pues Law, con un remate de tacón, consiguió el gol de la victoria y envió a Segunda al equipo de su vida. Se marchó del campo destrozado: "El último ha sido el partido más doloroso de mi vida", se limitó a decir. Nunca escuchó un reproche. Hoy su figura luce en bronce junto a la de Charlton y Best frente a la fachada de Old Trafford. De haber sucedido en España le habrían dinamitado la estatua hace tiempo.