Con la segunda ola del coronavirus golpeándonos con más fuerza que en el resto de Europa, probablemente hay que reconocer con humildad que España no funciona como debería. Equivocarse ante una situación desconocida es normal, pero la persistencia en el error es síntoma de que algo importante falla. No hay recursos materiales ni humanos para afrontar algo que, ahora sí, era previsible.

Observamos que los centros de atención primaria no han sido reforzados, no se han reclutado ni se han formado rastreadores, no ha habido previsión para preparar la reapertura de los colegios, no se ha hecho una auditoría de lo que se hizo mal en marzo y en abril. No sirvió para nada la comisión de reconstrucción que celebró sesiones y sesiones en el Congreso de los Diputados, ha faltado transparencia, los datos nunca se han facilitado correctamente.