Acabo de leer un artículo titulado "Alfalfa para el pueblo" que coincide con mi opinión sobre los dictámenes ministeriales en materia educativa por el nuevo escenario que ha impuesto el Covid.

Estamos viviendo una situación terriblemente grave. Es una especie de clima bélico el que ha generado el coronavirus. Todos estamos siendo golpeados duramente por el bicho y especialmente los más vulnerables: niños y mayores, a los que hay que amparar. Eso está claro.

Se me ocurría estúpida esa obsesión por qué hacer con la materia que no se vio el curso pasado. Si algo sobra en los temarios, es materia. Los programas desbordan, como siempre. No da tiempo a repasar y se va a uña de caballo y no da tiempo a afianzar con repasos.

Muchas de las materias sobran, pues ya sólo el número abruma. No es de extrañar que fracasen los alumnos con ciertas dificultades de aprendizaje. Ningún gobierno ha acertado con las desastrosas reformas educativas que hemos sufrido toda la comunidad educativa. El profesorado es un cero a la izquierda pues hace años que mandan las asociaciones de padres, algunos de los cuales priorizan el aprobado por encima de la justicia o injusticia de la nota y la formación.La política educativa no puede ser más rastreramente populista y demagógica.

La burocracia y el papeleo sepulta al profesorado en unas actividades inoperantes y absurdas.

Y lo que es peor: le quitan el buen humor y el buen talante tan necesario para entrar a un aula, donde ya va quemado y abrasado.

Todo esto ya era evidente antes de la pandemia. Y ahora ya con estas ordenanzas de la Ministra, que ya la pifió bien el curso pasado, la hecatombe es inevitable.

Que se ampare, sí. Que se adelgacen los temarios, también. Que se tenga en consideración la dura situación que vivimos, por supuesto. Que se " mime" a los chicos , muy afectados por este terrible panorama, qué duda cabe Pero regalar títulos a troche y moche sin unos mínimos de exigencia es un desatino que pagaremos caro.

Dejar que cada comunidad educativa estime libremente qué hacer nos lleva a quebrar el principio de la igualdad ante la ley. Aquí se aprueba. Allí se suspende ante parecidas situaciones.

Dar esas medidas a principio de curso es un tremendo error. Muchos alumnos sólo dan ante la exigencia. Muy pocos trabajan por amor al estudio y al conocimiento. Eso lo sabemos bien quienes llevamos más de tres décadas en la docencia. Ya pasó el curso pasado en que se instaló entre muchos chicos la filosofía del corta y pega en el último trimestre y del zanganeo con la orden ministerial de " aprobado general salvo excepciones".

Y como esta tendencia venga para quedarse, que paren el colegio, que yo me bajo a la menor ocasión que se me presente de jubilarme.

Me apearé pero qué miedo tendré si mañana entro en una consulta de un médico salido de la Facultad en tiempos del Covid.