He pasado los quince primeros días de agosto en el Pirineo. Durante estos días he comprobado y vivido, es un hecho, como el sector ganadero de extensivo y ecológico, además de proveernos de productos y alimentos de excelente calidad, realizan funciones esenciales en el territorio. En no pocos casos, en miles de hectáreas debido a los rigores del clima y el suelo, es la única actividad viable. No olvidemos que la actividad ganadera permite el arraigo de la población a territorios especialmente difíciles y alejados, lo que permite frenar la despoblación del medio rural. Contribuye a mitigar el cambio climático al ser generadora de biodiversidad. Previene incendios forestales. Genera suelo fértil. Aporta toda una serie de bienes comunes, como agua, aire, clima, paisaje, etc. difíciles de valorar económicamente en el PIB pero imprescindibles para la calidad de vida en las ciudades y la costa.

Estos días he leído también que la Fundación Savia, en su objetivo de la defensa y puesta en valor del medio rural y las actividades tradicionales y sostenibles ha trasladado al Ministerio de Transición Ecológica y Reto demográfico el hecho que el sector ganadero extensivo lleva a cabo una función social y ambiental insustituible, por lo que deben establecerse los mecanismos que garanticen su viabilidad, por el bien de todos.

Recuerdo que la ganadería extensiva es un sistema de explotación en el que los animales se alimentan con los propios recursos del medio, lo que hace posible que se pueda compatibilizar la producción con la sostenibilidad del territorio. Debido a su naturaleza, favorece la biodiversidad y el equilibrio del medio natural, fija la población y ofrece productos de alto valor añadido. No obstante, y a pesar de su importancia, "actualmente atraviesa una grave crisis de rentabilidad, acentuada, aún más, por los efectos del cambio climático". Y es que el aumento de la temperatura global y la ausencia de precipitaciones producen una disminución notable de los pastos, uno de los ejes fundamentales de la ganadería extensiva y de toda la cadena trófica.

A pesar de todas estas funciones y contribuciones a la sociedad, la ganadería en general, y la extensiva en particular, ha sido, y sigue siendo una actividad bastante denostada y olvidada de las políticas y servicios públicos y esenciales. Entre ellos el acceso al agua. Son muchas las situaciones donde la falta de acceso a puntos de agua ha provocado la desaparición de valiosas explotaciones ganaderas extensivas. Se produce la paradoja de que, en ciertos lugares, la actividad ganadera se realiza en el entorno de embalses y pantanos, pero el ganado no puede abrevar en ellos ni es posible habilitar puntos de abastecimiento en un territorio donde precisamente se almacena el agua que si es después utilizada en otros lugares.

En este sentido se entiende que la Fundación Savia haya solicitado a la Ministra de Transición Ecológica y Reto demográfico que estudie vías de acceso al agua para el ganado extensivo para acabar con una paradoja que no tiene sentido. Porque la actividad ganadera, en la práctica requiere, comparativamente, de escasas cantidades de agua, disponibles, además, en cantidades suficientes en las zonas donde se ubican los rebaños. Resultaría necesario, únicamente habilitar un procedimiento de concesión para esta importante actividad.