Tal vez la palabra más adecuada sería "convulso". Vivimos tiempos muy, como que muy revueltos.

Enfatizamos las encuestas de opinión, las encuestas electorales, emitimos multitud de puntos de vista, aunque -en ocasiones- no tengamos ni idea del tema a tratar. Pero opinamos, que como quedar, queda muy bien.

El Sr. Malcolm Gladwell, licenciado en Historia y a la vez escritor y periodista, afirma en uno de sus libros (Inteligencia Intuitiva): "Cuando pedimos a la gente que explique su pensamiento -en particular, el que procede del inconsciente-, hemos de interpretar sus respuestas con prudencia".

Y prudencia es lo que debiéramos asumir para cualquier orden de la vida.

No estaría de más que, de vez en cuando, levantáramos el pie del acelerador y nos tomáramos un respiro. No tanto como para tomar aire en profundidad, como para aplicar esa misma profundidad a nuestros comportamientos y comprobar un resultado diferente.

Parece imperar en nuestra sociedad la máxima del "todo vale". Se ampara desde la esfera personal y se defiende como "progresista".

Todo con matices.

Esta sociedad del cambio, la denominada "sociedad líquida" suele marcar muchas "tendencias". Las fáciles las adoptamos con suma facilidad. Tal vez nos vaya en ello, no perderse el tren de la llamada "modernidad", resultar un "friki", o vivir en "movida permanente". Hasta para eso, prudencia. Y más altura de miras.

Paralelamente coexiste el reverso, un mundo que avanza tecnológica, científicamente y con muestras de volcar cultura por donde quiera que se vaya.

Ahí ya nos cuesta más entrar. Diría que esa faceta implica esfuerzo, disciplina, espíritu de superación.

Transformamos el sentido de las palabras. Por ejemplo, verbalizar "autoridad", tiene mal cariz. Lo hemos cambiado por "poner límites", que a la postre es lo mismo, pero queda como más suavizado. Toda una amalgama de "paños calientes", para no enfrentarnos con el propio espejo de nuestra propia realidad.

Ahora bien, todas esas transformaciones, que las hemos hecho nuestras, abocan por un lado a ser "distintos" y por otro para no dejar de llamar la atención. Todo cambios externos.

La pregunta es: ¿hemos sido capaces de llevar a término algún cambio interno?

O todo se nos volvió un escaparate de grafitis, cortes de ceja, cabello arco-iris y toda una exposición de artículos metálicos... ¿De verdad, eso es todo? Lo dicho, prudencia.