Siempre se ha defendido que, a la hora de valorar la conveniencia o no de una decisión, es preciso ver la reacción en nuestros adversarios, y si esta tesis es 'late motiv'en cualquier relación social en que nos movamos, lo es más en el ámbito político. Por tanto, el último movimiento producido en la sede del PP, con la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso de los Diputados, es público y notorio que ha tenido como respuesta una satisfacción generalizada de los partidos con los que debatió en sus distintas intervenciones, nos puede hacer reflexionar sobre el acierto o no de esta determinación, a la hora de realizar una renovación en el partido más moderada en las formas, como lo refleja el hecho del nombramiento de los nuevos cargos de dirección, como el de Ana Pastor. En mi opinión, la Sra. Álvarez de Toledo ha sido una buena portavoz y su posición en el partido es decisiva por su influencia de voto en una tendencia política muy definida, pero a juzgar por las razones que se han dado sobre su destitución, ha cometido el gran error de cuestionar al líder, por lo que su sustitución como portavoz ha sido necesaria para mantener el orden y unidad dentro del partido, sobre todo a la hora de emprender un programa coherente, claro y decisivo de lucha contra el gobierno, ante la gran crisis sanitaria y económica que estamos padeciendo, trasmitiendo confianza y optimismo tanto en su electorado como en el que como futurible pudiera recuperar, pero siempre desde una postura más moderada y conciliadora.