Creo que no digo nada nuevo cuando asevero que nunca como hoy prevalece la costumbre de hablar por hablar, sea de lo que sea, por lo que más que nunca es apreciado poner en valor la virtud del silencio y raciocinio. Viene a mi memoria el reproche de mi padre a la hora de reprender a mis hijos, en el sentido de que en estas ocupaciones nuestros predecesores utilizaron siempre un sistema parco en explicaciones y en el que prevalecía el silencio sobre las palabras. A mi entender no les faltaba razón, ya que en el arte de la educación el éxito que proporciona el silencio supera en muchos casos al de las palabras, y sino recordemos los de mi generación, como en muchas ocasiones un gesto recriminatorio de nuestros padres, sin necesidad de alzar la voz ni por supuesto la mano, era suficiente para enmendar nuestra conducta o corregir nuestras acciones. Pues bien, en mi opinión, esta aptitud sería muy importante que calase hondo en los distintos órdenes de la vida actual, porque lo mismo que es importante saber escuchar, no lo es menos poner en valor la virtud del silencio, en un mundo donde lo que prevalece es la charlatanería barata que nos permite criticar y opinar sobre todo, aunque no tengamos ni idea. Puesto que una cosa es la libertad de expresión y otra muy distinta hacerlo de forma desmesurada y faltando a la verdad, sin valorar el perjuicio que pueda provocar a las personas sobre las que sin ninguna mesura nos pronunciamos. En este caso es oportuna la cita de nuestro refranero: "Cada uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras"