Es curioso comprobar cómo cambian su discurso los progres de pacotilla cuando sus élites detentan el poder. Inmediatamente construyen un muro de protección infranqueable a base de desviar la atención. Ahora la diana es el Rey emérito.

No importa que este (des) gobierno resulte el que peor gestionó la pandemia de todo el mundo conocido; que en lo económico nos lleve a la ruina, y que con la que está cayendo, su presidente tome el Falcon y se marche de vacaciones (¡oh casualidad!) a la finca que el propio Rey emérito cedió a Patrimonio Nacional. Pero eso no importa. Lo que importa es desviar la atención atacando, no solo sin piedad, sino con auténtica ira, a la persona más importante de España en el último medio siglo que, como cualquier ser humano, pudo haber cometido errores y hasta hechos delictivos, que eso habrá que verlo. Pero no, hay que machacarlo y, de paso, tratar de zarandear la monarquía. Menos mal que ya no existen las hogueras o piras, porque, si las hubiera, estos inquisidores ya estarían juntando leña. No les importa para nada la presunción de inocencia, ni que la Fiscalía esté investigando. Ellos ya sentenciaron: culpable de todo. Y no satisfechos por haberlo despojado de todo, desde honores al propio sueldo, haberlo obligado a irse de España, etc. que ahora quieren saber dónde está. ¡Pues que esté donde le dé la gana! A ustedes (ni a mí) no les tiene que dar explicaciones. Ya se las dará al juez, llegado el caso.