Después de una semana de confinamiento en nuestras casas para impedir la propagación del coronavirus, es hora de reflexionar sobre las consecuencias de esta situación tan atípica que nos ha tocado vivir: comercios, bares, cines, museos, colegios e incluso centros de culto, es algo que nunca habíamos vivido. Y lo que más llama la atención es la globalización de la epidemia. Pues cuando esto empezó en China o incluso llegó a Italia, muchos pensábamos que a nosotros nos quedaba muy lejos y que nunca nos afectaría, pero ahora ante la cruda realidad que nos invade a todos, viendo cómo es de urgente la necesidad recluirse en nuestras casas, corremos el riesgo de quedar sumidos en una profunda tristeza y desesperación, por lo que es preciso evadirnos de este ambiente de catastrofismo en el que el goteo incesante de casos positivos y muertos nos invaden cada día.

Porque si bien hay que ser conscientes de la gravedad del problema y estar informados, no debemos caer en el desánimo y aprovechar nuestro tiempo en leer, oír música, contactar con nuestros amigos y familiares e, incluso y por qué no, rezar, para que nuestro Dios Padre en su divina providencia, nos ayude a salir de esta situación tan terrible que nos ha tocado vivir, en la que se nos ha desvelado la fragilidad de nuestra sociedad, que en pleno siglo XXI un virus, insignificante como todos, ha puesto en jaque a toda la humanidad.

Por otra parte, si algo positivo podemos sacar de esta crisis, es que nos va a hacer a todos más humildes, tolerantes y solidarios, ayudándonos a valorar lo verdaderamente importante, como es la familia, los amigos, un paseo por la playa o simplemente poder visitar a tus seres queridos en el hospital cuando estén enfermos o velarlos a la hora de su muerte. Así pues, mucho ánimo y paciencia para todos.