Estamos viviendo en tiempo real el choque entre globalismo y el aislacionismo y en este caso cuenta el impacto y la reacción surgida ante la pandemia del coronavirus, un poderoso ejemplo de globalización de flujos biológicos, que desarticula esa miope creencia de la globalidad que sólo se basaba en un fenómeno comercial, tecnológico o financiero. También, esa tentación persistente de gobiernos que cierran fronteras ante la epidemia, no percatándose del apoyo que necesitan de otros países y de entes multilaterales como la OMS. Pese a la amenaza del coronavirus, en Francia, Emmanuel Macron puso en marcha el pasado domingo 15 de marzo la primera vuelta de las elecciones municipales, tras consultar con los líderes del Senado y el Consejo Constitucional.

Varios centenares de manifestantes salieron por el centro de París, en su semana 70 de protesta, ignorando éstos la recomendación del Gobierno francés, que contradictoriamente había prohibido las concentraciones de más de cien personas. Al día siguiente lunes, 16 de marzo, llamó la atención que Macron impusiera quince días de cuarentena y haya retrasado, sine die, la segunda vuelta de las elecciones municipales, suspenda la reforma de las pensiones y exclame: "Estamos en guerra".

Sin desdeñar lo que eficazmente realiza distintas categorías de profesionales, expertos y científicos, sigue siendo llamativo que ciertos populismos convivan mal con todos los datos que contradigan sus intereses. He ahí que Michael Gove, ex ministro inglés, defienda el Brexit y afirme sin desparpajo que "la gente de este país ya ha tenido suficiente con los expertos", uniéndose en tal rutinario desprecio con el presidente estadounidense Donald Trump, quien soflama que el cambio climático es una farsa montada por China y reafirmándose que él sabe más de guerra que sus generales o que él entiende mejor esto del coronavirus que los científicos. El tiempo que se avecina en España y en todo el mundo no será fácil, por lo que es necesario guardar calma y mostrar atención a lo que nos atañe, sin que el ruido de los que vilmente aprovechan para hacer populismos políticos nos impida escuchar el alcance de ultimar la solidaridad entre toda la población, territorios y continentes. Es la hora de aprender lo que podría ser un preámbulo de una guerra química a gran escala, que en este caso ni lo es ni lo sea, pero que, lamentablemente, sí puede generar un grave conflicto socioeconómico.