Era todavía una adolescente cuando tuve la oportunidad de conocer a un representante indígena en Brasilia. En esa época cursaba derecho y la curiosidad me fue ganando hasta que le pregunté: "¿Qué pasa cuando un indio mata a otro de la misma tribu?", y me miró fijo a los ojos contestando: "Indio no mata a indio". Me quedé sin palabras. ¿Qué está pasando entre la frontera de Grecia y Turquía? ¿Qué hacen los representantes de la Unión Europea con la víctimas generadas del movimiento migratorio?

Entre gritos y llantos, niños, mujeres, hombres intentando encontrar un lugar más digno para vivir. Huyendo de guerras, persecuciones, fanatismos, irresponsabilidad y odio que brota del ser humano hacia otro.

Mi adolescencia se fue. Ahora en la madurez preguntaría a los representantes de la UE y a los G7, que no escapan de sus responsabilidades: "¿Qué pasa cuando personas hambrientas, a la intemperie son ejecutadas por un sistema de todo insostenible movido únicamente por intereses políticos y económicos?". Evidentemente que hasta yo que no soy vidente, sin poderes paranormales, con tecnología de quinta generación podría suponer la respuesta: inercia total.