Si pienso en el trabajo sacrificado, tenaz, perseverante, me vienen a la mente imágenes de un hombre rendido a su deber que a intempestivas horas de la mañana, iba camino de comprar los pescados y mariscos más extraordinarios de las lonjas cercanas y de aquellas, no tan próximas. Horas más tarde, como buen restaurador entregado a su equipo, a sus comensales, en definitiva, a lo que el día a día y muchas más que menos noches, le exigieran; recibía entusiasmado a los que elegían su casa para degustar un producto extraordinario, exquisito. Logrando con empeño que se sintieran más que bienvenidos y mejor acogidos.

Todo destino turístico consolidado y reconocido está siempre vinculado a un gran emblema gastronómico. No cabe duda, de que en el caso de Baiona, un marco tan incomparable y único, lo está, a ese maravilloso balcón a pie del Atlántico desde dónde, con las Cíes como testigo, se degustan las mejores cigalas que uno pueda imaginar. Es comprensible que ante semejantes prebendas, se hayan rendido personas de todo el mundo.

La memoria, que es bien selectiva, se queda con los recuerdos que la enriquecen. De ahí, que en la mía permanezca la gran labor de este profesional de la restauración, al que sus colegas con sabio tino, han decido distinguir estos días.

¡Enhorabuena Moncho! Reconocimiento más que merecido, por tantos años de esfuerzo, dedicación, capacidad de trabajo, entrega y buen hacer.