Empiezo dando las gracias porque, sin vuestro apoyo, esta carta, tan importante para mí, no les llegaría. Es mi promesa, mi pequeño homenaje a mi madre y a mi hermano Telmo. No es un canto a la nostalgia, es un canto a los maravillosos recuerdos que me dejaron, haciéndome la niña más feliz del mundo.

Fue el día de Sta. Lucía, el día que sale la estrella de guía a los Reyes Magos en su camino a Belén. No me olvidé, Telmo, no podría y hoy como ayer, salí al balcón a buscarla, pero llovía demasiado y me fue imposible encontrarla. ¿Será mala señal?... Tú decías que si no la encontraba...

En mi casa de Bouzas, precisamente antes de Santa Lucía, el miedo comenzaba a ser parte de mi vida. Pero eso formaba parte de la maravillosa aventura que el director, Telmo, nos creaba. Era un genio. A su lado, trabajando codo a codo con él, su gran colaboradora, mi madre. Aparte de cocinar, decoraba toda la casa, hacía el nacimiento, el árbol y por supuesto ella también entraba en escena. Hoy todo es mucho más fácil, nos lo dan hecho. Yo misma, ya tenía desde hace un mes el árbol, Nacimiento y los Reyes en el balcón. Pero no tiene mérito alguno. Los Reyes son jugadores del R.C. Celta de Vigo, que en su día me regaló mi sobrina Rosalía. Yo solo tuve que vestirlos. Que visto lo visto, no se merecen ser reyes. ¿Cómo lo hacían?, no tengo ni idea. Os dije que eran mágicos, unos genios. Muchas veces pienso que todo lo que viví fue real. Porque vi cómo caían las estrellas en el balcón, escuché la música celestial, vi a los Reyes Magos llegar hasta mi cama, amanecí con una cruz negra porque no me había portado bien, otra vez con una dorada por todo lo contrario... ¿Cómo lo hacían? Siempre intento imitaros pero nunca os llego. Continúa la cruz negra, la dorada, la música celestial, pero las estrellas no caen en este balcón ni los Reyes Magos llegan hasta sus camas, y el miedo, sí que existe, pero nada que ver con el que yo viví a vuestro lado.