Ante el fracaso de la investidura del 28 de abril, España se vio abocada a unas nuevas elecciones el pasado 10 de noviembre, cuatro en los últimos cuatro años. Cuando nuestra clase política no había sido capaz de digerir el fin del bipartito, en los tiempos en que el PSOE y el PP llegaban a acuerdos en los grandes temas de Estado, llegan los últimos resultados.

El hundimiento de Ciudadanos, el fracaso de los socialistas unido al aumento del PP y la sorpresiva irrupción de VOX como tercera fuerza, han puesto de relieve el escaso talante democrático de los partidos. Un proverbio japonés dice: "Cuando llueve, el tonto se revela contra la naturaleza, el sabio, en cambio procura tener a mano un paraguas".

A quienes nos quieren gobernar, me permito el atrevimiento de darles unos pequeños consejos. El político nunca debe ser un iluso ni un soñador, ha de mantener los pies en el suelo y obrar consecuentemente. Caminar por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos. Observar con lucidez a las personas y a sus problemas sabiendo interpretarlos. Ha de ser un realista con una meridiana claridad no enredándose en tonterías, poseyendo unas metas muy definidas. Ha de saber de dónde proviene y a dónde va. En definitiva conocer bien su pasado, vivir con intensidad el presente y lleno de esperanza, encaminarse hacia un futuro con paso firme y decidido, sabiendo situarse en el tiempo y en el espacio.

Extinguido el bipartito sabían que tendrían que pactar, pero los pactos nunca deben ser la balanza necesaria para que sigan en la cúpula los mismos de antes. Los pactos han de basarse en el diálogo y este solo se puede conseguir si se mira y se quiere ver, y si se ve y se sabe mirar.

Creo que la baja calidad intelectual de quienes intentan marcar nuestro destino hace que seamos un país difícilmente gobernable. Aquella savia nueva que se pedía, también ha fracasado. Por ello como los últimos resultados son otro tanto de lo mismo, seguiremos en la cuerda floja y La Moncloa perdurará por los siglos de los siglos como el eterno sueño de quienes aspiran al poder por no valer para otra cosa.