Corría y corría todo cuanto podía aquel hombre por la calle principal de la ciudad, salieron de la peluquería, de la frutería y hasta de la capilla, también salieron los que bebían hasta perder la razón ante la barra de aquel bar, sí, todos salían detrás de aquel hombre conflictivo que corría y corría por la ciudad. De repente, el hombre se paró y todos con él, se miraron fijamente, absortos, sin saber qué hacer, el corredor solitario les habló con calma: -¿Qué hacéis? El que asumió la representación dijo nervioso:

-Correr.

-¿A por mí? Comentó el solitario corredor.

-No.

Volvió el hombre a echar a correr y correr, pero ya nadie corrió detrás de él. Aquella masa humana comprendió a tiempo que perseguían a quien corría solo y solamente por correr. Siguió corriendo el hombre pero ya mirando atrás, desconfiando de aquella gente conflictiva que no sabía por qué corría detrás de él.