Ayer hablé con una amiga que hace pilates y me costó entenderla.

Empezó diciendo que asiste a un body gym, abierto a diario excepto el weekend. Supo de este gym a través de un flyer y un roll up. Contactó con el manager para matricularse y ahora tiene un coach que le ayuda en el proceso deslim up. Cada semana le da un tip. Allí utiliza toning ball, tabletap y otros tools. Todo eso me lo dijo en un coffe&cake, donde sharing is caring. Sobre la mesa había pequeños carteles: unos decían Merry Christmas y otros Happy New Year. Mientras tomábamos café intentó enviar un whatsapp al chat de su team con su smartphone, sin resultado. Hizo un phone call a su personal shopper, quien le aconsejó comprar uno nuevo, ya que el problema no está en el software sino en el hardware.

Después me habló de los global trends para el próximo año y del mentorizing necesario para estar al día. Quiere enviar a su hija a un leader codesummer en Irlanda.

-¿En qué consiste eso?- le pregunté.

-Tendrá una serie de workshops con su team y eligirán un leader entre ellos.

Decidí cambiar de tema y le pregunté si había visto alguna película buena últimamente.

Mencionó varias con títulos en inglés, pero la pronunciación era tan mala que no conseguí entender a cuáles se refería.

Le pregunté si había visto alguna española y me dijo: sí. Se llama Seventeen. Es buena, pero no quiero ser una spoiler. Es mejor que no te la cuente.

Le pregunté:

- Would you rather continue the conversation in English?

-¿Qué dices? No te entiendo -fue su respuesta- ¿Por qué no me hablas en castellano?

Cuando ya nos íbamos, recibí una llamada de Madrid, del espacio Open Talk, para decirme que han cambiado la fecha de un evento sobre life habits.

Yo me pregunto: ¿cómo podríamos abandonar esta estupidez?

Una cosa es incorporar palabras de otro idioma cuando no existen en el propio, y otra es machacar nuestra lengua por el hecho de que otros, que se consideran modernos, lo estén haciendo. ¡Con lo bonito que es el castellano cuando se habla bien!