A un alcalde se le supone implicación por la ciudad que representa, capacidad de manejar con solvencia situaciones políticas, económicas y sociales complicadas y administrar la economía de todos en beneficio de la ciudad. Pero lo que convierte a un alcalde electo en un alcalde de verdad es su visión de futuro y el valor de afrontarlo con seguridad, desarrollando planes ambiciosos aunque arriesgados que, superando el delicado filtro ciudadano, se hagan realidad. Son también ejemplo para otros que, ahora sí, osan apagar cuatro velas del portal y encender mil luces en la ciudad, antes locura de gasto y ahora ingreso inesperado.

Accionar el interruptor de miles de luces consciente de que si se fundían los plomos se fundía el invento y el inventor no es una cuestión menor, pues es poner en la balanza social el prestigio personal y el progreso de una ciudad. Sin entrar en ideas políticas, y desde el respeto de quien opina de la fiesta y su orquesta desde fuera, no son malas ideas las que ponen el destino de Vigo en las mejores webs turísticas.