No me gusta Vox. Ahora bien, no porque considere que su pedigrí democrático es de inferior calidad que el de toda esa patulea que acusa a sus dirigentes de "peligrosos monstruos fascistas", al tiempo que blanquean a HH Bildu. No. No me gusta porque no aportan nada positivo, sino que practica un populismo utópico, con promesas irrealizables (y hasta con provocaciones), intentando así seducir a personas que, con más tripa que seso, buscan refugio de lo que se nos viene encima. Porque lo que verdaderamente da pavor es esa alianza ¿progresista?, lastrada por rufianes y secesionistas, con un presidente del Gobierno en funciones sin principios, que se salta todas las líneas rojas con el único propósito de mantenerse en el Falcon, aunque este contamine.

El señor Ábalos trata de convencernos de que no pasa nada. Tal vez piensa que los desmanes que se cometan en las negociaciones con los sediciosos las van a reparar los tribunales. Pero, como dice un eslogan de tráfico, de poco sirve que te den la razón si ésta te la dan en la tumba. Es decir, con los separatistas, cada centímetro avanzado no admite ni un milímetro de retroceso.