Vivimos sobre un polvorín; en 2006, las Rías Altas y las Rías Bajas quedaron incomunicadas por los fuegos, cortadas la línea férrea, la Autopista y la Nacional; conductores de la AP-9 en su desesperación llegaron a romper la mediana de hormigón para poder dar vuelta y huir del lugar; comarcas enteras se tiñeron de negro y fallecieron 2 personas. Gobernaban entonces Zapatero en España y el socialista Touriño con ayuda del BNG, en Galicia; en aquellas fechas algunos gobernantes de la Xunta acusaron maliciosamente, sin pruebas claro está, al PP, por entonces en la oposición, de ser causantes de los fuegos. En años posteriores los conselleiros del ramo, primero del PSOE y después del PP, ofrecían balances optimistas a principios de septiembre, cuando normalmente septiembre y la primera quincena de octubre suele ser seca y cálida, sobre todo en la mitad sur gallega; después, claro, se producen oleadas de incendios y los datos triunfalistas facilitados por los políticos de turno se desbaratan. Ocurre casi todos los años.

Uno de los mayores desastres se produjo, precisamente a mediados de octubre de 2017, cuando la mitad sur de Galicia ardía por los 4 costados, los fuegos se extendieron desde Portugal hasta Asturias y León. Quizá si hubiese más personal dedicado a limpiar los bosques, y a plantar árboles autóctonos en los montes públicos, (¡con la de paro que hay!) y además se sancionara más duramente a los particulares que no limpian los suyos; si hubiera más personal vigilando, ante posibles conatos de fuego, y muy importante, se cambiase el tipo de bosque gallego, basado el 80% en apilar pinos bravos y eucaliptos por el territorio, sin control; si se contase además con un servicio totalmente "público" de contraincendios, con medios "suficientes y permanentes", evitando posibles oscuros intereses, (más incendios, más servicios, más contrataciones, más rentabilidad); si además hubiese penas más duras contra los incendiarios y pirómanos y si los que están fichados por esa causa, pero en libertad, se tuviesen que personar en el cuartelillo los días de alto riesgo de incendio y, por último, si se educara a la población en el respeto al medio ambiente y no empujando a las nuevas generaciones al consumismo y a fagocitar los recursos naturales del planeta, como ocurre ahora, entonces estaríamos afrontando de verdad el problema. Pasados unos meses, pasada la estación de mayor riesgo nadie se acuerda de las tragedias, salvo los directamente afectados, los que han perdido a familiares o patrimonios, mientras, la vida sigue igual.