Paridad fue la palabra elegida por Ana Blanco durante el debate para reprochar que ninguno de los cinco fuera mujer. Y creo que ello merece una reflexión. Dejemos a un lado que el hecho de que no sea una mujer quien dirija Vox debería ser motivo de orgullo femenino, y de que, más pronto que tarde, Montero y Arrimadas se harán cargo de sus partidos por incompetencia -que no generosidad- de sus actuales dirigentes; y centrémonos en Casado y Sánchez. El primero ganó contra pronóstico unas primarias a una mujer, y ello porque otra mujer le dio todos sus apoyos: es decir, al PP no lo dirige una mujer porque otra mujer no quiso. En cuanto al segundo, ganó las primarias a Susana, la favorita en las quinielas, suponemos que porque las mujeres de aquel congreso, que serían el 50%, así lo decidieron. Estamos aquí hablando de personas a las que eligen otras personas, no de consejos de administración de grandes empresas muy mayoritariamente masculinos donde esos reproches cobran sentido. Y la pregunta es: ¿Quién se supone que tiene que arreglar ese concreto problema de la paridad? Escuchando a Ana Blanco parece que los hombres, ¿y cómo? ¿Dejándose ganar en las primarias?