Dos años concretos son los pilares de un problema que se convierte en enfermedad y desgraciadamente a día de hoy es una verdadera epidemia. Año 1977: se autoriza el juego en nuestro país y con ello el uso legal e indiscriminado de las máquinas tragaperras. Cuatro años después, en el 1981, proliferaron las salas de bingo. A partir de ahí en un orden creciente y con la correa de transmisión del propio Estado, que se preocupó muy mucho de fomentar y patrocinar el juego, sufrimos la ludopatía, siendo las instituciones, "cegadas" por los ingresos, las únicas responsables.

En principio, el juego presencial influye muy negativamente en el ciudadano. Hoy el agravamiento se debe a las nuevas tecnologías que, sin límites ni leyes que puedan encauzar su legal funcionamiento, campan con una actividad que, hasta ahora, era socialmente bien vista. El juego online se ha adueñado de la voluntad de miles de españoles que tienen como único objetivo abandonar sus penurias económicas esperando "un golpe de suerte", pues en la historia del trastorno suele existir una fase inicial de ganancias, en algunas ocasiones, con considerables beneficios.

A medida que se ha ido desarrollando el trastorno y comienzan las pérdidas importantes de dinero, el jugador es incapaz de aprender de la experiencia y continúa jugando con la falsa ilusión de poder recuperar lo perdido, esto es lo que se llama "la persecución de pérdidas". El propio juego fomenta la ilusión de control por parte del sujeto y lo percibe como un elemento capaz de influir en sus resultados, manteniendo una serie de condicionantes irracionales relacionados con el propio juego.

Creo que esta exposición es la mejor forma de explicar la conducta irracional del jugador. Esta adicción mantiene a muchos empresarios y mafias en España. El gusto por el juego crece con las crisis porque se busca un dinero fácil, que lamentablemente no existe. De alguna manera todos acabamos jugamos en el "gran casino del estado". Una solución importante estriba en que, en edades tempranas, los padres deben vigilar los videojuegos y tratar de compartirlos y así, no ignorar nunca sus contenidos. No podemos consentir que el ludópata más joven tenga once años de edad y arrastre unas deudas de 1.900 euros, cuando hasta ahora el retrato robot era un hombre de 36 años y con trabajo que se inicia en el juego a los 19 años. Hoy el juego online de las apuestas deportivas son el primer atractivo de los ludópatas. La necesidad de poseer dinero nunca se cumplirá mediante los juegos de azar. El jugador perderá siempre, porque, siempre, ¡gana la banca!