Ante una investidura tan atípica por el fracaso en sus resultados, estamos ante un callejón sin salida y a merced de una clase ignorante que obliga a callar a la inteligencia. No podemos seguir siendo gobernados por quienes reinan en la más absurda soberbia. Nos invade el ego y el narcisismo de quienes intentan llegar al poder por el camino más corto, para acercarse lo antes posible a su propio beneficio. Todo ello sin pensar en el concepto que de podamos tener sus posibles representados. Esos ciudadanos que, como en el más vil de los concursos, actuamos como meros sufridores sin llegar a obtener nunca el premio deseado.

Quizás por el ambiente y la falta de expectativas, lo cierto es que la otra noche tuve un sueño. Me vi en un país sin paro, sin manifestaciones de pensionistas ni trabajadores reivindicando un salario decente, calles sin indigentes, un ambiente muy favorable. Las gentes paseaban ignorando cualquier tipo de estrés y sonriendo al saludo de sus vecinos, todo era paz y tranquilidad. No sé el tiempo que había pasado pero, de pronto me desperté, todo se convirtió en pesadilla. La crispación se apoderó de mí y me sentí como desorientado, intentando presionar el suelo con mis pies. Mi particular "vuelo" había terminado. Mis ilusiones se desvanecieron para dar paso a un día normal, con dudas, con incertidumbre, como si no hubiera un mañana. Volviendo a pensar que en un país como el mío ya no hay lugar para los proyectos. Nos invade la desigualdad, no se practica la generosidad. Cada cual busca su propia meta sin mirar atrás, sin pensar en los que sufren cualquier tipo de precariedad día a día.

Da la sensación de que los únicos que tenemos vergüenza somos los votantes. Solo cada uno sabe el grado de decepción que siente hacia el partido al que ha votado. Ya solo nos entretiene el espectáculo vergonzante que supone la negociación de los cargos y sus ansiados sueldos. Y mientras los imbéciles de turno votamos cada cuatro años, como mínimo, porque milagrosamente aún seguimos creyendo en la democracia, mientras ellos se reparten el pastel sin un ápice de la vergüenza que sentimos sus votantes. Me vienen a la memoria mis tiempos de estudiante. Cuando no aprovechaba el curso me volvía a examinar en septiembre, aunque yo a trancas y barrancas aprobaba. No quiero terminar sin dirigirme al señor Sánchez: estoy cansado de oírle decir día tras día que los españoles, el 28 de abril han decidido que gobernaran los socialistas, una vez que no existe una ley que obligue a gobernar al que gane las elecciones, para llegar esa conclusión tenían que darle mayoría absoluta. Se acuerda que el señor Rajoy tenía 137 escaños y usted, 85. ¿Por qué le hicieron la moción de censura y no le dejaron gobernar? Hay que predicar con el ejemplo.