El último fin de semana se producían en Hong Kong violentos enfrentamientos con la policía y se han producido importantes destrozos en centros comerciales. Nada hace prever que a corto plazo vaya a mejorar la situación, porque parece haber cundido la idea entre los manifestantes de que las protestas pacíficas no sirven para nada. Parecen dispuestos a mantener un pulso que, en última instancia, se dirige al mismo gobierno comunista chino, con el objetivo de asegurar el estatuto de libertades de Hong Kong, e incluso de avanzar hacia una democracia plena.

En esta tesitura, Pekín tiene que ponderar la magnitud del desafío y el riesgo de contagio en otros lugares del país, frente a los riesgos de una intervención armada para restaurar el orden. El horizonte se dibuja lleno de interrogantes y no podemos olvidar que no se trata de un lugar del mundo cualquiera, porque cada movimiento de China en el tablero de las relaciones internacionales puede hacer saltar por los aires las partidas de ajedrez que se están jugando.