En el Altamar nos enseñaban que la Amazonía era un pulmón inmenso e inexpugnable. La vegetación devoraba cualquier carretera. Imposible construir allí. Su fertilidad creaba el mayor grado de biodiversidad. Un montón de animales de película. Brasilia aparecía como una capital artificial. Hoy por hoy, a fuerza de deforestar, el Amazonas se puede convertir en una sabana. Incluso las tribus desconocidas han emigrado al interior de Australia. Demasiado fuego que sentir. Demasiado humo que respirar. Cualquier mañana aparece por Europa el humo amazónico. En su momento Brasil fue puntera en biocombustibles, movimientos Sem Terra y el Foro de Porto Alegre. Ahorita mismo, como que no. No estaban totalmente desacertados en Río de Janeiro cuando presentaron a un mono como alcalde. Tampoco en São Paulo al optar por un rinoceronte. Probablemente protejan la cuenca del Amazonas con más tino que nosotros.