Después de haber votado varias veces, el ciudadano ya ha cumplido su deber democrático. Nada más puede hacer, solo contemplar, con impotencia y cabreo, los pactos y no pactos de los partidos en su desmedido afán por el poder.

Me voy a esforzar como ciudadano de a pie en escribirles estas letras. Reflexión que como artista plástico ya plasmé en una obra titulada "Una nueva papeleta para la democracia" (pintura de 195 x 130 cm. ), que entre otras puede contemplarse en el salón de eventos del Hotel Vigo Plaza, rúa Progreso 13, en la exposición que título Cutionarte. En qué consiste esa nueva papeleta, se trata de transformar la democracia, de la cual estamos viviendo su decrepitud, o vejez.

Por ejemplo, los pactos: no los deben de decidir los partidos sino el ciudadano. Para ello la transformación del diseño de la papeleta sería añadir una segunda casilla para el segundo partido preferido, o añadir todas las combinaciones posibles, además del partido principal, por ejemplo: A+B, A+C, C+B...No es tan difícil. Y no me digan que no va a caber en la papeleta, eso no es muy difícil. Se entiende que nos pueden seguir tomando el pelo. Con ello se consigue que en caso de no obtener mayoría el partido más votado, el centro de recuento de datos echaría mano de la combinación más votada asociada al partido más votado. Otro punto de esa nueva papeleta sería que el partido que se postula manifieste sus candidatos cuatro años antes. No un semana antes de que vayan fichando por ahí estrellas mediáticas.

Otra idea más, una vez constituidas las Cortes, es que aquellos partidos cuyos miembros sean imputados en causas judiciales sean penalizados, quitándoles un escaño. Ccomo un castigo, diríamos escolar, ¿a quién se lo das? Pues al partido que se porte mejor, o al más necesitado: el minoritario. La partitocracia no es la democracia. Es una dictadura de las organizaciones y por eso debe ser reprobada.

Otra idea: los votos en blanco que tienen ese significado vago, de no acuerdo con las opciones políticas, serían representados por un estamento público de carrera con representación proporcional en el parlamento; por un partido blanco que estudie la posible voluntad de esos ciudadanos, que compita con su votos con el resto del arco parlamentario.

Y del mismo modo, en el censo electoral, los no votantes tendrían un número de diputados, funcionarios de carrera cuya misión genera debate en el arco parlamentario para representar al resto de la sociedad, que no participa en el acto de votar, pero son ciudadanos y gozan de los mismo derechos que los que votan.

Otra idea de esta trasformación ideal sería que las propuestas de los partidos estén tasadas, esto es, que estén equiparadas entre todos para que el ciudadano pueda ver bien las diferencias. Por ejemplo: diez aspectos sociales. Sanidad, educación, cultura, etc.

Y todos los partidos deben responder a esos apartados. Y después de un mandato se evalúe la consecución de esos objetivos y, si es así, se premie, como en el cole, por haber hecho los deberes, por ejemplo con un escaño más al partido cumplidor. Ahí os dejo estas reflexiones, que seguro muchos compartiréis. No se trata de ser de izquierdas o de derechas, es algo más sencillo. Se trata de emplear el sentido común, aunque ya sabemos, cómo en estos casos, sea el menos común de los sentidos.