Ese es el nombre de este río que, en su corto recorrido por los "concellos de Forcarei y de Cerdedo, va disfrutando, y a la vez adornando ese, de por sí, idílico paisaje que ofrecen sus márgenes.

Antes de entregar sus aguas al río Lérez, deja parte de su caudal para regar varias hectáreas de terreno en las aldeas de Arén y Barro de Arén.

Durante más de trescientos años, la fuerza de sus aguas han movido más de veinte molinos, los que hoy se encuentran abandonados, viendo con tristeza pasar aquellas aguas que en su día le dieron vida.

La maleza y el exceso de árboles que existen en sus márgenes impide ver correr sus aguas en la mayor parte de su recorrido.

En mi edad escolar fue como una escuela de natación; donde hemos aprendido a nadar, hoy veo con tristeza que la maleza no permite acercarse a sus orillas, a las que antes nos acercábamos para ver de cerca las truchas que poblaban estas limpias y cristalinas aguas.

Es un río truchero por excelencia, como así está catalogado, y creo que merece algo más de atención en su cuidado.

Aquellas presas que llevaban el agua hasta los molinos eran el principal criadero de truchas, pero su abandono ha permitido que la maleza las invadiera, dejándolas totalmente destruidas.

La nostalgia de cuando paseaba por sus orillas invade mis más profundos sentimientos.

Espero y deseo que algún día ese río pueda ofrecer a sus visitantes la posibilidad de ver de cerca sus limpias aguas y las truchas que en ellas habitan.