Señor alcalde de Vigo, por noticias de prensa hemos sabido de su inmediata decisión de trasladar el grupo escultórico denominado por algunos "Los Rederos", ubicado actualmente en la parte baja de la Gran Vía, próxima a Urzáiz, desde su creación. Quisiera hacer sobre ello algunas consideraciones:

En primer lugar, no se trata simplemente de un monumento decorativo, se trata de un "monumento alegórico al trabajo", que es el más fotografiado, conocido y apreciado por todos los visitantes de cruceros y otros turistas que obligadamente suben la calle para ir al mayor centro comercial de la Gran Vía. Su proyecto inicial fue hecho para su ubicación en esa cuesta.

Pero hay algo más que muchos vigueses de nacimiento o de adopción sentimos, y es la representación viva del monumento a la fuerza raíz de nuestra ciudad, sin la cual -el mar- no sería la misma. Además, simbolizada por lo mejor de nosotros, la más sencilla y magnífica gente pescadora alrededor de cuyo esfuerzo inicial se nucleó Vigo.

Hoy he visto lo que me parecía una lágrima en una de las esculturas. Una ficción imaginativa de lo que podrían sentir las gentes representadas ante un desalojo forzoso, por ser considerado el monumento sin su auténtico valor espiritual y equiparándolo a cualquier otro bien urbano, "trasladable", de muy inferior significado.

Por otra parte, el grupo escultórico no estorba el nuevo proyecto estrella de la cinta trasportadora de la Gran Vía, entre las calles Brasil y Venezuela, que empieza por arriba de la calles María Berdiales-Brasil, no siendo necesario un coste de traslado.

La escultura ha soportado resignadamente la colocación, delante, de una infraestructura de vigas soporte para la ubicación de elementos de la última fantástica pasada fiesta de la iluminación navideña, a la espera de que no se quedaría hasta el próximo año, en que podría montarse de nuevo.

Ahora solo queda la reflexión discriminativa del monumento que pedimos a nuestro alcalde para no defraudar el deseo de tantos románticos que no queremos que se convierta en un monumento más, imposible de disfrute, en otra extraña ubicación, y rodeado de tráfico.