No tengo muy claro si un doberman votaría a la extrema derecha, o si un pitbull, que no cantase, haría lo mismo. Tal vez un pequinés votaría al Partido Comunista. Pero ¿quién lo sabe? De lo único que tenemos certeza es de que en los parques cada vez hay menos niños y más perros a los que se saca a hacer sus necesidades lo suficientemente cerca para que no suponga una molestia, y lo suficientemente lejos como para que la normalidad de su orina en cualquier parte no sea olida desde casa, ni sus heces lleguen a delatarle.

Estimado señor perro, a pesar de la creciente relevancia de tu voto, debes saber que las zonas verdes no tienen por fin satisfacer tus necesidades, salvo la del mero esparcimiento, como desgraciadamente si ocurre en la calle Amor Ruibal en Vigo.Es más, me atrevería a decir que de poco o nada servirán los ingentes esfuerzos de humanización de nuestra urbe si finalmente estamos sufriendo una perronización pestilente.

Me cabe la duda de si los mismos que permiten que su animal de compañía vaya marcando territorio por todas partes, sería igual de tolerante con aquellas personas que deciden orinar cerca de su portal.