Los perros ladraron, pero la caravana política sigue su ruta incluso con más entusiasmo que antes. Quizás sea esta la principal conclusión que sacamos después de las votaciones.

Los socialistas de Sánchez ganaron y pintaron la nación de rojo, como la sangre de los toros, pero no han podido forzar una apertura convincente y conseguir las dos orejas. El votante no les ha asegurado la mayoría por la gran desconfianza que tienen sobre Sánchez.

Primero, en las generales, por su acercamiento y amagos hacia los separatistas y populistas; segundo, en las municipales, por el teatro político que protagonizo en el Congreso la nueva presidenta Maritxell Batet.

La caravana política sigue su ruta, pues está abierta para que los partidos debido a la política fragmentada hagan sus sumas.

Sánchez quiere lavar su cara o disfrazarse del lobo de Caperucita a través de Rivera. Si Rivera lo consiente, su partido a la larga se diluirá como el de Pablo Iglesias. Sánchez tendrá que demostrar la cara de un líder, que elije su propio camino y no permitir que los separatistas le señalen con el dedo la ruta a seguir.

Si gobierna en minoría y demuestra defender la nación y la monarquía, seguramente contará con los apoyos de Populares, Ciudadanos y Vox.

Todos sabemos que Sánchez está más cerca de la república que de la monarquía y que los ganadores del hoy serán los perdedores del mañana.