En los años 80 asistimos al lamentable suceso de la extinción de los últimos urogallos de Galicia en Os Ancares. Desde entonces no volvieron por allí. Se acabó.

No nos extrañemos de que en pocos años asistamos a la extinción de los últimos salmones de Galicia.

Las cifras hablan por sí solas: en el río Lérez los mejores pescadores de salmón tardaron veinte días en pescar el primero y, a día de hoy, único salmón. Y es uno de nuestros mejores ríos.

Concedieron permisos para pescar en él cinco salmones. Pero ni eso.

Sencillamente: la población de salmones en los ríos gallegos está bajo mínimos, al mismo borde de la extinción y se siguen pescando. Y se siguen soltando alevines criados en cautividad, que no tienen conductas defensivas frente a sus enemigos, los depredadores.

Pueden echarle la culpa a quien quieran pero, tal como sucedió con los urogallos, todo se resume en dos palabras: mala gestión. Perdón: quería decir: pésima gestión de pesca fluvial y de los ríos.

Si la gestión fuese buena, esto no sucedería. Urge reconocer la problemática de los ríos y los errores. También urge cambiar de modo de gestión, si no quieren que se extingan los salmones y los reos y, como los urogallos, no vuelvan nunca más. Sería muy lamentable.