Tuve la oportunidad de visionar esta segunda parte -en el Cine Club Carballiño- del documental que ya en 2004, con el mismo título, analizaba las circunstancias del atentado de las Torres Gemelas, y que ahora se centra en la deleznable figura de Trump, con su arrogancia, su mendacidad y su querencia por la mentira (fake news) como forma de expresión normal, que supera con creces todo lo que, negativamente, se puede juzgar a su antecedente republicano, George W. Bush.

Seguidor, como soy, de la producción documental-cinematográfica de este singular, ingenioso y lúcido director y guionista, Michael Moore, tengo que decir que ninguno de sus trabajos me dejó un tan amargo sabor y ánimo abatido como este último -a pesar de los destellos sarcásticos, a fuer de irónicos y satíricos-, sobre todo por la reflexión en los 15 o 20 minutos finales, que nos muestra el descenso a los infiernos del fascismo "ligth", ya iniciado, que se esconde tras personajes tan atrabiliarios, peligrosos, como noticiables (Trump, Jair Bolsonaro, Viktor Orbán, Mateo Salvini, etc.), contemplados con una mezcla de frivolidad e indolencia por una ciudadanía apática y escéptica, por alienada o desengañada, mayormente. Interroga, M. Moore, a un ilustre y ya retirado profesor de Harvard -no recuerdo el nombre, a mi pesar-, preguntándole: "Decía Susan Sontag (muerta en 2004, y de los más prestigiosos intelectuales norteamericanos), que a los EE UU solo le quedaba un nuevo 11-9 para perder la democracia"; a lo cual responde el viejo profesor, muy serio y esbozando una amarga sonrisa: "Yo creo que ya no le falta ninguno". Definitivo. Aquí nos hemos librado, por ahora, de nuestros trumpistas y adláteres: la carcundia filofascista, la derechona neofranquista y la derechita desacomplejada con sonrisa de terciopelo; la trinidad partidaria y su hijo único: el capitalismo neoliberal y su producto estrella: dinero, dinero y dinero para la élite plutocrática; las migajas del rico Epulón, a repartir. Pero, como nos dice M. Moore en su documental, la figura de un nefasto Trump no ha surgido de la nada, caída del cielo, si no que se ha ido gestando desde Reagan hasta Obama, fomentando con sus políticas -las traiciones de Clinton y Obama mostradas por el cineasta son irrefutables- el abstencionismo de más de 100 millones de americanos, la mayoría social, que deslegitiman así la gran farsa de la democracia formal: votaron 137 millones de un total de 324 millones, y solo el 55,4% de los inscritos.

Preclaras mentes han dicho que lo peor del nazismo, como de otras muchas realidades aberrantes, no fueron ya sus atrocidades -con serlo, y mucho-, sino el silencio pasivo de la "buena gente" que miró para otro lado. También ahora, lo peor no es Trump en sí mismo -siendo, como es, un peligro para el mundo-, sino el ejemplo pernicioso de animar a otros muchos como él, ignorantes e infames, a salir de su nicho para optar convertirse en dirigentes políticos; lo cual, visto lo sucedido, pueden conseguir con cierta facilidad, dadas las condiciones objetivas de unas sociedades bien amaestradas en el consumismo y la insolidaridad. Pero también desengañadas por tantos arribistas y profesionales de la política.