En ocasiones nos pasamos de frenada a la hora de calibrar el trabajo, alardeando de hacerlo 14 horas o más, pero si restamos las 8 en descansar, 2 en comer, 2 en cenar y algo para ocio e higiene personal, nos quedan las 8 o 9 del currito normal, que ese si se dedica a trabajar y no a fanfarronear.

Evidentemente el trabajo dignifica el espíritu, así nos lo inculcaron tanto desde la cuna como desde educación y sanidad, pero también razona el hombre prudente que en exceso perjudica la salud, por lo cual a base de experiencia, por exceso o por defecto, deduzco que lo mejor como todo sano placer o como todo dulce vicio es, en su justa medida, para llegar holgado a fin de mes pero para que el mes no signifique tu fin, contribuyendo con el esfuerzo personal al buen funcionamiento social, que nos da seguridad y entidad pero conservando nuestro espacio de ocio y disfrute para hacer realidad el sueño humano de trabajar para vivir y no vivir para trabajar.

Pero esto es elucubrar y la realidad empieza con el tiempo a variar y de haber trabajo hasta para cambiar sin preocuparse del mañana, a algo así como un dicho popular que resumido quedaría en que: o traballo non existe pero haber ahílo, por iso si o encontras, aínda que en exceso, no o deixes, hoxe en día, marchar.