Quiero empezar el artículo agradeciendo a España, a cada ciudadano, que ante el desastre que se nos presentaba se ha movilizado y ha depositado su confianza votando y ha hecho posible que volvamos al camino de la coherencia. También quiero añadir, y directamente me dirijo a la militancia y dirigentes del sector conservador, que no todo el país está triste. Dejen ya de utilizar el nombre de todos ya que si se ha dado este vuelco político será por algo.

En estos momentos se nos presentan dos grandes panoramas y es momento de estrategias que pueden llevar a un partido a hacer historia en nuestra democracia; y me refiero a historia de la buena, no a la que tengamos que olvidar. Con esto me refiero a que podemos estar, y me lanzo a decirlo, ante uno de los pocos presidentes que gobierne para la gente y no para las altas esferas económicas mediante el impulso de medidas sociales, económicas, culturales y políticas justas y recuperando nuestro sello de identidad: sanidad y Educación Pública.

Ya me adelanto, para los que dicen que estas medidas son propias de un mundo de color rosa y con unicornios les advierto: a estas medidas se les llama vivir en la vida real, no en la burbuja de quien gana más de 60.000 euros al año. Ah, y que no intenten sembrar la incertidumbre o el miedo a la población diciendo que todo esto provocará un incremento del déficit, que la bolsa se desplome, una nueva crisis y que nuestra deuda suba más de lo que está. Lo siento, por suerte nos enteramos de casi todo y estamos curados de espanto.

Todo esto está perfecto pero la realidad es la que es. Estamos ante una persona que casi siempre dice "hola" pero, a los pocos segundos, dice "adiós". Y que no sería nada sorprendente que una mañana nos encontrásemos con la noticia de que el color rojo y el color naranja estén de la mano por y para el Ibex 35 para los próximos cuatro años. Si llegase a pasar esto, significa que quien tiene que tomar las decisiones está asesorado por su peor enemigo, amén de que el color rojo estaría al borde de su extinción, con claro candidato a su sustitución, y que las calles se llenarían de militantes indignados pidiendo explicaciones. Francamente, me quedo con la primera opción.