Hasta ahora es grande el empeño en hacer campañas anti-tabaco, pero parece que se nos olvida que la contaminación del aire genera en Europa más muertes que el tabaco, alrededor de 800.000 al año. Un estudio científico dice que las partículas finas procedentes de combustibles fósiles utilizados en el tráfico e industria, debido a su diminuto tamaño, se introducen fácilmente mediante la respiración en el sistema sanguíneo y perjudican las arterias y el corazón, pudiendo generar hipertensión arterial e infartos.

Ahora que disponemos de esta información, se debería exigir a los gobiernos que adopten medidas serias para reducir la contaminación del mismo modo que se legisla para disminuir el impacto del tabaco.

Como ciudadanos, deberíamos ser conscientes de este hecho y hacer algo al respecto para ponerlo freno, como minimizar el uso del automóvil, sustituir los coches de gasolina por eléctricos o evitar introducir el coche en el centro de la ciudad.

Modificando hábitos, al igual que con el tabaco, contribuiremos a cuidar y conservar mejor nuestra salud. Este tema debería constar también en las elecciones locales, generales y europeas.