Aunque cada uno cuente de la feria lo que más le conviene, ya se sabe que hasta que los conejos tengan sus propios historiadores las historias de caza siempre glorificarán al cazador y uno de los grandes secretos del trato con los hombres consiste, para los inteligentes, en fingir menos inteligencia de la que tiene, y para los tontos, en fingir más.

Viene esto a cuento o entrada para relatar aquí un suceso o trato que hace años tuvieron mi amigo y vecino, el más viejo de la parroquia y un electricista al que unía una buena y estrecha amistad desde sus años mozos y que con el tiempo solo se agrandó. Se le averió un enchufe en la cocina y, por más que quisiera arreglarlo -cambiar su fusible, pues antigua era la instalación-, lo que consiguió fue acabar de romperlo del todo al querer forzar con alicates y destornillador un plástico ya en desuso. Llamó pues a su amigo, quien, dada tal envergadura y conociendo además la gran afición que el matrimonio demostraba por el café, que últimamente hacían en cafetera exprés, por aquello no solo del sabor sino de la rapidez, le cambió dicho enchufe alabando las manazas de tal desaguisado. Como la cosa económica era tan poca, acordó no pasarle factura cobrándole en B, como suele decirse. Pero, por haches o por bes, aquello se fue olvidando, hasta que un día llamándolo, después de mucho pedirle, acordó aquel que se encontraba en un bar dejarle allí la factura. Al otro día, pidiósela al tabernero, quien le entregó una servilleta de papel en donde constaba: Total 16 euros, mano de obra incluida y el IVA de dejar paga una cerveza. Y así hizo. Dejó paga la cerveza, pues el tabernero no tenía cambio y volvió al rato con una bolsa de plástico y 13 euros en monedas de uno, dos y cinco céntimos, dejándole el recado que aún había tenido suerte en dejarle dicha factura en una servilleta y no en papel higiénico. Durante algún tiempo fue la comidilla de dicha taberna, y por eso un pintor al que luego había pedido presupuesto para pintar varias habitaciones, conocedor de ella, y como aquel que llega antes al río siempre encuentra el agua más limpia, al dárselo le pidió y esperaba que no le pagara en céntimos.

Son cosas verídicas que suelen pasar, no muy a menudo, pero que dejan huella y dicen bien de las gentes de Barcala.