Somos la generación que está en auge. La generación de la falta de empleo, del salario mal pagado, de los abusos de quien tiene recursos para montar un negocio y de los sueños rotos de la infancia. Pero también, la que pagamos las pensiones y los errores cometidos años atrás. Somos aquello que las circunstancias nos hicieron ser. Y la mayoría, siguiendo la tradición de hace cincuenta años, marchan. En búsqueda de nuevas oportunidades, de nuevos horizontes, retos, conquistas e inclusive alguno que va " pa allá" ya no vuelve. Porque conoce lo que será su nuevo hogar. Yo lo sé por mis primos. Marcharon y allá los están. Por el centro de Europa. Con un nuevo idioma, un coche diferente, unas leyes justas. O eso dicen, vaya. Pero lo que está claro es que tienen un empleo digno, una remuneración que permite vivir holgadamente.

"El sueño de la emigración", relatan aquí los más viejos. Ir pobre y volver rico. Tópico de entre los tópicos. Y alguno, incluso, amigos de la infancia que se atreven a cruzar el charco y a regentar un negocio familiar perdido en Buenos Aires. Y con esfuerzo y sudor, se gana. "Factura bien, no hay queja" y cuando se habla de los temas prohibidos -política, religión, sexo y dinero-, comenta con la mano sobre la asita del pocillo de té, "en España, no invierto nada", decisión tomada a consecución del mal trato recibido. "Y tú", añade,"o te buscas un empleo mediocre de los que hay o te largas", me recrimina. Y yo, la verdad, dudo qué hacer porque a vista está de como vivo yo aquí y como viven ellos.

Y cuando nos soltamos la lengua con una copa de albariño, pregunto siempre a los paisanos qué echan de menos: "La comida, carallo", me dicen con retranca. "Cuando estás por allá lejos, un carallo o un bueno, depende, suenan a morriña", relata con sentimiento. ¿Y de qué hablan los de allá de nosotros?, pregunto interesado como si en cuarto de periodismo me encontrase. "De que en Galicia hay muy buenas oportunidades de negocio", se ríe cínico. "Os do fume", le comento yo al más puro estilo vieja escuela. "Criamos a fama e avivamos as ascuas, ahora non nos asustemos do fume", me responde encendiendo un Wiston. Historias hay muchas, de quien se queda y de quien se va. Haberlas, hailas.