El 2018 terminó en toda España con buen tiempo y mucho sol, pero en lo político terminó bajo un tiempo sombrío y con muchas interrogantes.

Diez años después de la crisis financiera ya podíamos apreciar el ruido del motor de la economía, con menos parados y más optimismo. El principio de 2018 bajo el mando de Rajoy fue muy distinto al actual de 2019.

Hoy, a pesar del buen tiempo (cambio climático), las esperanzas ya no son tan soleadas, por el golpe de Estado democrático por parte de los socialistas, podemitas, nacionalistas y otros pequeños partidos. El frágil Gobierno que encabeza Pedro Sánchez, formado por aprovechados buscando el caos continuamente es lo que más preocupa a los españoles.

Los economistas ya están dudando sobre lo que nos espera: una economía retrasada, una recesión o una depresión. Los politólogos esperan un gran avance del populismo en las próximas elecciones, tanto europeas, nacionales, regionales y municipales.

En los próximos meses veremos una campaña electoral muy amarga, con alguna crisis en gobiernos autonómicos que puede afectar al Gobierno central.

Nuestro país no ha sabido beneficiarse del avivamiento de la economía y ahora parece que nos estamos hundiendo, pues el tejido no está lo suficientemente reforzado y la oposición está endurecida por la incapacidad, de poner las cosas en orden, con mareas catalanas y constitucionales.

A principios de un año incierto, el pesimismo puede ser excesivo pero muy pocas veces ha sido un buen consejero.