El sonsonete de "Feliz Año Nuevo" tiene este año un significado ultra personal. Por respeto a la Navidad, encajoné el tema catalán que por su durabilidad y enfoque evidencian una política, además de costosa al bien común del país, delirante. La expresión reiterativa por parte del expresidente Mariano Rajoy "no hay nada de qué hablar, y de que las leyes hay que cumplirlas" no han tenido buena acogida por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que con sus andanzas quijotescas y velado turismo cree posible demostrar la cuadratura del círculo. Y con el actual presidente del Gobierno, los malabaristas de la retórica y del jaleo -que son muchos- tanto en el Congreso como en los medios de comunicación visual y acústico.

La clarificación del artículo constitucional sobre la unidad del país es tan contundente que no admite posibilidades de opinión que no sean las que se deriva en el citado artículo constitucional, que es única, lógica, consecuente con la unidad del país, que como en las catedrales con sus plurales y distintas "vidrieras" -autonomías- se pone en juego la unidad arquitectónica catedralicia. O a la variedad temática de un libro a ese libro.

La democracia tiene sus limitaciones al estar configurada por leyes y en el supuesto de que la totalidad del pueblo catalán -que no nación- insista en su independencia de la nación española no cabe otro diálogo que sugerirles que emigren a África u Oceanía y vivan lo que les permitan geografías por nivelarse con otros continentes.

Quien escribe ha encontrado el amor y la felicidad en Cataluña aunque viva en Galicia. A veces pienso que lo normal es una anormalidad en política, cuyo vocablo es vapuleado, bajo el señuelo de legal y legitimado, inicuamente. La diferencia de ayer a hoy es abismal. Antes estaba en juego la sabiduría al servicio de, hoy es una marioneta que se mueve a sí mismo. Con lo que cuesta todo esto..! Podrán argüirme que esto pasa en todo el mundo. ¿Y qué? ¿Qué es lo que hay? ¿Y qué? Y pues se gobierna como "pájaro loco sin alivio ni paz" que diría Amado Nervo, que es la obcecación del presidente del Gobierno al considerar que existe una solución mágica a través de diálogos en su enunciación esencialmente contradictoria, y que no hiera al resto de las autonomías. Y con él, a los críticos de las cadenas radiofónicas, canales televisivas, congresistas, a todo ese ejército de gente que ve el asunto independentista un tema de distracción y ruido. ¿Cuándo de una "puñetera" vez se darán cuenta de que "democracia" conlleva una limitación de comportamiento humano, y no es "lo que a uno le da la gana"? ¿Por qué se empeñan los políticos en representar al país que no les ha nombrado? ¿Desde cuándo la fusión de partidos distintos no desnaturaliza su naturaleza creadora? Hay que dejarse de eufemismos: "izquierdas, derechas, centro, vaporosa retórica que no especifican la esencia misma de la políticas que es servicio", no pleitesía...

A todos vosotros, culpables del desastre nacional, "feliz año nuevo". Y al pueblo ante las urnas, una feliz votación de corazón y sentido común. Me turba ver sangrar el país por mesías con sus embrollos que refuerzan su existencia más confortable que la de los ángeles, consecuencia de una degeneración cultural en el que el necio es el rey y el aspecto nacional desde el balcón internacional, pobre y degradante.

Una pregunta: ¿Puede presumir el PSOE que gobierna en pureza con la fusión de "mil" partidos inyectados en su naturaleza fundacional? Me gustaría conocer el templo de la Sagrada Familia sin una escolta que no dignifica en absoluto que se vive la democracia en su justa significación lingüística. De momento me contenta que el año 2019 sea feliz para todos.