El aborto y la eutanasia son dos fenómenos profundamente reaccionarios que los autoproclamados "progresistas" han abrazado tan alegre como inexplicablemente.

El aborto es un engendro del capitalismo. Existió siempre como mal menor, pero fue el capitalismo el que lo convirtió en un bien, en un derecho humano, de la mujer. Es inconcebible y tristísimo ver como las mismas féminas que no tienen reparo en abortar un neonato de cuatro meses pierdan el culo por que la ciencia se lo salve cuando tiene seis.

Por su parte, la eutanasia es uno de los grandes éxitos del nazismo. Por supuesto que no lo inventó él, pero lo perfeccionó como nadie. Disfrazada de derecho humano y de medida híper progresista, no es más que una manera de deshacerse de las personas que el sistema considera inútiles, meras cargas. La misma sociedad que considera políticamente incorrecto llamarlas "discapacitados" -no digamos ya "minusválidos"- y que ahora los llama "personas con discapacidades" está deseando eliminarlas con la excusa de que son ellas mismos las que lo piden a gritos (cuando pueden hablar, claro).

En definitiva, que el aborto y la eutanasia son solo dos síntomas más -eso sí, de los peores- de una sociedad enferma y degenerada que probablemente está llegando a su fin.