"¿O es que a los andaluces les gusta lo que está pasando en Venezuela?" (Máster Casado en la campaña electoral andaluza).

Día tras día desayunamos, comemos y cenamos escuchando la misma melodía, como aquella tonadilla lusa: "E sempre a mesma melodía, Salazar e a súa democrasía". No son los recortes en gastos sociales, la politización del poder judicial, el desafío secesionista catalán y otra catarata de problemas, que no puedo sintetizar, la causa de nuestros males. Males provocados por Maduro, que no solo tiraniza a Venezuela, si no que quiere hacerlo aquí. Y es que, como dice Máster Casado, España no colonizó en su día sino que alargó patria allende los mares. Maduro aprovecha la deslealtad constitucional de Cipolino (alias Puigdemont) para invadirnos. Ya ha desembarcado en Andalucía, como lo hiciera el moro Tarik en el siglo VIII. Porta escudo morado con dos círculos blancos y, en medio de estos, una rosa en puño. Un cruzado Pelayo guiado por una gaviota azul espera vencerle a orillas del Guadalquivir.

He de admitir que lego soy, como en tantas disciplinas, en politología. Yo creía que la esencia de una democracia era elegir a los representantes de la ciudadanía entre distintas listas de aspirantes. Decía Charles Bukowsky, escritor norteamericano, que "la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en una democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes". ¿Han votado o no los venezolanos desde que se instauró el actual régimen autodenominado bolivariano? Han batido récord de elecciones. En ocho ocasiones han sido llamados a las urnas para elecciones presidenciales y en número de seis para referéndums. En todas ellas ha ganado el chavismo, hoy representado por Maduro. Me encuentro, pues, confuso. La única dictadura que conozco, porque tuve que padecerla, fue la del franquismo. No votábamos y, a cambio, recibíamos del caudillo por la gracia de Dios, sin previa confesión, hostias a mogollón. Pero, eso sí, éramos libres de optar por el tamaño y número de aquellas obleas como panes cantarinas que oficiaba la Brigada Político-Social.

Si el venezolano vota hasta en doce ocasiones, y resulta que lo que vota mayoritariamente es a un dictador, es que ignora lo que vota. Entonces, es un pueblo ceporro y masoquista. Mi confusión es alarmante, ya que según la UNESCO Venezuela ostenta, junto con Cuba, los mejores sistemas de educación en América latina y ocupa el mismo lugar en número de matriculaciones universitarias y el quinto puesto a nivel mundial. El 90% de estudiantes de Secundaria pasan a cursar estudios universitarios. ¿No será que la UNESCO desconoce que la sombra de la Universidad Juan Carlos I es alargada?

Admitamos que España, perteneciendo Europa, no es precisamente el ombligo del mundo en lecciones de auténtica democracia.