Una reciente encuesta del CIS ha venido a establecer diferentes niveles de felicidad en el territorio español, quedando Galicia a la zaga entre ellos. Aparte del escaso número de gallegos y gallegas entrevistados (menos de doscientos), conviene tener en cuenta que este tipo de sondeos se basan en las respuestas de los encuestados a una predeterminada batería de preguntas, en este caso referidas a la percepción subjetiva del bienestar y de la dicha personales. Puede por tanto ser que los gallegos no sean en realidad los más infelices, sino solo los más sinceros o bien aquellos que se sienten menos afortunados con respecto a las cuestiones planteadas en dicha encuesta.

De hecho, puede considerarse que la felicidad es más un sentimiento que una situación material. De ahí que personas con menos recursos puedan sentirse eventualmente más dichosas que otras que tienen más. También es preciso reconocer que existen diversas formas de entender la felicidad, quizás tantas como seres humanos y desde luego como culturas hay. Para unos consiste en la realización de sus metas individuales, para otros, en el disfrute de buenas relaciones dentro de su comunidad; algunos la identifican con una vida intensa llena de actividad y aventuras, otros, al contrario, con una existencia descansada y sin preocupaciones. Es muy difícil por tanto establecer una escala única de felicidad universal, y quizás la forma de entender la felicidad de muchos gallegos y gallegas sea distinta a la que se presupone en el sondeo efectuado.