Voy a ir al grano.

Es difícil encontrar un ejemplo más claro de Relativismo que el que el otro día escenificó con toda naturalidad en una rueda de prensa la Vicepresidenta Calvo. ¡Es que lo clavó, vamos!

En mayo, un determinado político califica unos hechos concretos como "rebelión". A los pocos meses, ese político pasa "a la brava" a ser presidente del Gobierno. Y entonces, esos mismos sucesos ya no son rebelión, sino sedición.

Y el pobre periodista que pregunta, se queda atónito: -"Pero es la misma persona la que lo dice, ¿no?".

- "Bueno, usted me ha preguntado por el presidente del Gobierno. El presidente del Gobierno nunca ha dicho eso. Entiéndame ¡por favor!".

Y media España, alucina. Y todos dudamos de si somos un poco tontos, por no verlo tan claro como ella. ¡Me parto!

Oye, si eres un profesor de filosofía de Bachillerato, y ya te va pesando el trimestre?, un día que estés cansado para preparar la clase, tiras de vídeo y les pones este sketch. Y en dos minutos, te has liquidado el tema. Y te sacan nota en la Selectividad.

Relativismo: las cosas no tienen una verdad en sí mismas; son lo que son para mí. La verdad la determino yo. Y varía si soy presidente del Gobierno, o si ayer cené guisantes con jamón, o si quiero ganar votantes, etc... Depende de muchas cosas. Así estamos: ¡nivelón filosófico!

Convicciones profundas. Lo que dije ayer, lo mantengo hoy (aunque siempre se puede rectificar si hay nuevos datos). Tener valores. Amar y respetar la verdad de las cosas. Esto parece que encaja mejor con la dignidad de la persona. Y tiene muchísima más fuerza ¿verdad?