¡Todos los años igual! Sí, hemos visto hace unos días a nuestro alcalde anunciar entusiasmado la iluminación de Vigo para esta Navidad. Yo ya me imagino a mi calle Brasil como la quinta avenida de Nueva York; y a Policarpo Sanz, como los Campos Elíseos. O mejor incluso. Oye, todo es cuestión de luces. ¡Y de dinerete, claro!

Pero, sin querer opinar sobre el tema, no soy capaz de no decir, que sigo echando en falta una mención al fundamento de tanta fiesta, y por supuesto, -en los elementos decorativos-, el Nacimiento, que rememora la primera Navidad.

Con su sentido común y su gracia habitual, Chesterton decía: "Que se nos diga que nos alegremos el 25 de diciembre, es como si alguien nos dijera que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana. Uno no puede alegrarse así, de repente, a no ser que crea que existe una razón seria para estar alegre".

A nuestro alcalde le haría ilusión -y así lo dijo-, que el ministro Pedro Duque alucinara viendo destacar a Vigo desde el espacio. Yo soy más fantasiosa. Yo trasladaría a nuestro astronauta 2000 años atrás (con todo respeto, ministro), para que nos relatara lo que debió de verse en aquel momento.

La escena podría ser esta:

(Tres astronautas flotando aburridos en la nave espacial).

-Oye Pedro, fíjate cómo ha empezado a brillar la tierra de repente. La tierra en sí, no tenía luz, ¿no?

-¿A ver? Enfoca un poco más el telescopio. ¡Anda! ¡Si es una estrella queriendo meterse en una cueva de Galilea! Algo muy gordo debe estar pasando allí. ¡Y se ha iluminado toda la tierra! ¡Precioso!

- ¡Flipante tío! ¡Qué espectáculo! Para mí que esto va a marcar un antes y un después. En la Historia, digo.

-Mark, dí ahí a la NASA que estamos viendo algo "wonderful". Que en un ratito les mandamos unas fotos".

Mi señor alcalde: si hace un bando de estos que hacen los alcaldes (¡y las alcaldesas! -¡uf!, se me olvidaba que ahora se habla así-), convocando a los ciudadanos al encendido de las luces navideñas, por favor, no se olvide de hacer referencia a lo que se celebra. Por aquello de no tener que alegrarnos por nada. Y por ir todos a una, que siempre se pasa mejor.